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CANTO A SAHAGÚN

 

CAMINO DE SANTIAGO

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                                    Algunos de los sellos estampados en las credenciales a su paso por Sahagún

El Camino de Santiago en Castilla y León

El nombre de Sahagún está indisolublemente unido al Camino de Santiago, a su pasado, a su presente y a su futuro. Monasterio y villa surgieron a la vera de un importante cruce de caminos, como la vía que comunicaba la ciudad romana de León con Italia (Vía Romana ) o las vías secundarias paralelas al río Cea, que permitieron el desarrollo del comercio y de una primitiva trashumancia. Sirvieron, además, para facilitar las peregrinaciones a la tumba de los Santos Facundo y Primitivo, cuyas reliquias gozaron de una gran devoción desde su martirio no sólo  por los comarcanos, sino también por gentes venidas de lugares lejanos. Se explica así que el célebre Liber Sancti Iacobi o CODEX CALIXTINUS, primera guía de viajes para peregrinos, cuente al de Sahagún entre los tres únicos santuarios cuya visita recomienda, aparte del compostelano.

PLANO DEL CAMINO DE SANTIAGO A SU PASO POR LEÓN

De todas esas vías, fue sin embargo la conocida como Camino Francés la que gozaría de una mayor trascendencia y la que acabaría otorgando al monasterio el apelativo de "Calceatense", que es tanto como decir "del Camino". Aunque la tumba del apóstol Santiago ya se conocía y veneraba desde siglos antes, fue bajo el reinado de Alfonso VI (1065 - 1109) cuando las peregrinaciones experimentaron un impulso sin precedentes. A don Alfonso atribuye el obispo Don Pelayo de Oviedo la construcción de cuantos puentes había a lo largo del Camino, entre la misma Compostela y la ciudad de Logroño, y añade que era tanta la seguridad y tanto el orden en sus reinos, que una mujer sola y cargada de riquezas podía atravesar la Península de un extremo a otro, cruzando incluso por descampados y montes, sin verse molestada por nadie. En esa política de fomento de la ruta jacobea, en la que intervinieron otros factores, Sahagún jugó un papel principal y puntero. Buena parte de la asistencia y mantenimiento de peregrinos e infraestructuras se llevaron a cabo desde los monasterios benedictinos. El de Sahagún, en tanto que cabeza de la congregación del reino, ejerció de difusor de esos valores a través de la reforma cluniacense, la cual inculcaba a otros monasterios dependiente de él.
Un paseo atento por Sahagún nos permite todavía hoy identificar la profunda huella de las peregrinaciones en sus calles. Su propio plano urbano ha sido modelado por la geografía y los caminos, que buscan la ubicación de los puentes sobre los ríos Valderaduey y Cea. Traspasada la etapa jacobea a través de la Tierra de Campos, nos encontramos con la ermita de LA VIRGEN DEL PUENTE, que contó desde el siglo XII con su propio hospital de peregrinos; Sahagún llegó a tener cuatro hospitales en el siglo XV, además de la Leprosería de San Lázaro y el Monasterio de San Benito; (donde daban  de "pasada" buen pan y vino) . A la entrada de la villa, el primer monumento, es la Iglesia de LA TRINIDAD, transformada en un moderno y capaz albergue de peregrinos, parada obligada por ser punto de información donde al forastero le indicarán lo mucho y bueno que se puede ver en Sahagún. El camino discurre por la calle Antonio Nicolás (antes calle del Pozo), pasando por la plaza de Santiago, donde hasta el siglo pasado se erigía la (Iglesia de Santiago el Mayor), siguiendo la calle abajo, nos encontraremos con las ruinas del monasterio benedictino que representó una parada obligada durante siglos para peregrinos y viajeros, y el Santuario de  LA PEREGRINA, ubicado fuera del antiguo perímetro de la cerca de la villa, donde se venera una de las imágenes marianas mas queridas y representativas del Camino de Santiago, la Virgen Peregrina.
Se sale del pueblo a través de EL PUENTE CANTO, donde el peregrino puede contemplar este magnífico Puente y un Crucero (inaugurado el 18.03.08) obra del artista de la localidad de Cea, Marín de la Red, constituido por una plataforma de tres gradas y un pedestal con elementos alusivos al Camino de Santiago. El fuste está decorado con una talla de la Virgen Peregrina de Sahagún y otra del apóstol Santiago finalizando con una cruz. Pasado el Puente Canto, en dirección a Calzada del Coto y frente a las instalaciones del camping se encuentra parte de un edificio con huerta donde existió el "Hospital de Afuera" , uno de los numerosos centros facundinos que ofrecieron desde la Edad Media hospitalidad y ayuda a peregrinos, pobres y necesitados. Es más, a Sahagún corresponde la primera cita documental de un hospital de peregrinos -datada a mediados del siglo X- lo que le confirma como localidad pionera de la hospitalidad jacobea.
Desde Calzada del Coto, en el umbral de la comarca de Las Matas, el peregrino tiene ante si uno de los conjuntos viarios más densos de toda Europa.
Un total de tres rutas reconocidas, las tres de larga tradición histórica, peinan la comarca por diferentes latitudes para converger más tarde en Mansilla de las Mulas. La primera de ellas, quizás la mas antigua, sigue la Vía Trajana, que comunicaba Astúrica Augusta (Astorga) y Cesaraugusta (Zaragoza). Desde Calzada del Coto esta vía se interna por el monte Valdelocajos hasta llegar a otra aldea de nombre bien significativo, Calzadilla de los Hermanillos, continuándose luego hasta El Burgo Ranero, cuyo alargado plano urbano evidencia la importancia histórica de la vía.
En El Burgo la Vía Trajana se funde con el Camino Francés, compartiendo itinerario hasta Mansilla. Un segundo trayecto, utilizado por peregrinos procedentes de tierras más meridionales, pasaría por Villamoratiel de las Matas, conectando Mayorga y Mansilla. Por último el Camino Francés, peligrosamente institucionalizado en la actualidad, pasa por Calzada del Coto, Bercianos del Real Camino, El Burgo Ranero, Villamarco, Reliegos y Mansilla.

CAMINANTE, EL CAMINO SE HACE AL ANDAR

Es inevitable pasar por Machado cuando se habla de caminantes y de caminos. El camino es la más hermosa metáfora del vivir. El vivir visto como una ruta hacia la mar, digo la mar en femenino, como  Jorge Manrique,  donde las vidas son los ríos y el murmullo del agua, los pasos al caminar.

En Sahagún el camino cruza como un alfiler punzante, un alfiler de cactus breve, decía Lorca. Cruza estepas (no diré montañas porque están aquí los del Bierzo, entre ellos el Presi de la Dipu) valles, flores, ríos, prados. A Sahagún llega tranquilo y largo, como el horizonte, cruza pacífico el Valderaduey, inventado y por eso irreverente y caprichoso. Pasa por un pueblo de historia grabada en ladrillo y piedra, después remansa en los plantíos del Cea, para seguir ruta por Calzada, monte arriba.

“Lejos los montes duermen envueltos en la niebla, niebla de otoño, maternal / descansan las rudas moles de su ser de piedra / en esta tibia tarde de noviembre / tarde piadosa, cárdena y violeta”. Dice Machado.

Uno, el recuerdo

En el límite de la memoria, estoy en esa edad en la que se puede decir: “me acuerdo cuando….”. Y me acuerdo de cuando era casi un niño,  o después de haberlo sido; no estoy seguro, porque eso dura solo una mínima eternidad. “Una brizna de hierba”. Recuerdo jugar a la pelota en la plaza de San Lorenzo con aquella chiquillería que éramos; somos los hijos del baby boom. Las plazas de este pueblo sonaban como las grullas por el cielo en su peregrinar a  climas propicios. Y recuerdo con claridad que, de vez en cuando, aparecían hombres raros, hombres y mujeres, pásmense, a caballo, o andando. Muy de vez en cuando, pero todo el año, iban viniendo y nosotros nos quedábamos pasmados un rato, no mucho, casi una eternidad, con el balón en la mano, quietos como árboles, suspendidos, mirando mudos su aspecto desaliñado y bohemio, quemados por el sol y los fríos. Ellos miraban la torre, en este caso de San Lorenzo, como os digo, con arrobo. Nosotros con arrobo mirábamos su arrobamiento. Por entonces no había trazado ningún Camino de Santiago (en Sahagún). Que nosotros supiéramos no había más caminos que los que llevan a los majuelos y a los huertos. El camino estaba resguardado en el imaginario colectivo, o en el olvido colectivo, borradas sus huellas y sin noticias de él más que a través de las leyendas . El olvido si es colectivo tarde o temprano aflora.

- Dicen que son peregrinos. 

- ¿Cómo?   

- Hay un camino oculto y misterioso como ese pasadizo a los castillos de Grajal y Cea. Desde el manantial de la Peregrina.

- ¡Un camino! 

- Si, un camino…. aguardando tiempos propicios.

 - ¡Hay gente pa’tó!

-  ¿Qué es eso de caminar?  

Caminar… sí, caminar sin ir más lejos.  Vamos que no nos entraba la cosa en la cabeza en aquel tiempo. Pero algo estaba fraguando el futuro. Luego os lo cuento.

Dos, empatía

Bien, pues traigo esta anécdota del recuerdo, para deciros lo importante que es para nuestra rutina que aparezcan de improviso gentes inesperadas, desconocidas, sacudiendo el polvo de este camino más viejo que nosotros. Yo aprendí lo que era la empatía con aquellos caminantes: “si caminaban sería por algo”, “si ellos miraban con fruición los ladrillos mudéjares, sus razones tendrían”. Reconozco que me fascinaban y empezó a inquietarme la torre y su iglesia, más allá del oficio de  “monaguillo” cuando ayudaba en misa a Don Valentín o tocaba las campanas con Juan, el sacristán. 

Esa torre siempre me ha hechizado como debió hacerlo con Lorca cuando el gran poeta granadino descubrió su duende. Aunque no se sabe a ciencia cierta a qué torre se refería, solo dijo “Torre de Sahagún”. Aduendada, telúrica y mística, paciente y señera. Ahora la siento como un hito, aguja de cactus breve en el caminar, en el fluir de tantas almas; un manantial  de sueños. Para mí lo es por nacer a sus pies y para los caminantes por sus misteriosos ojos. 

“De la ciudad moruna / tras las murallas viejas / yo contemplo la tarde misteriosa / a solas con mi sombra/ y con mi pena”.   

La mirada de los peregrinos me enseñó a mirar y mirando se ve, queridos paisanos. San Lorenzo totémico, emocionante surtidor de sombra y sueño. Sus muchos ojos azules y negros voltearon las campanas de nuestros nacimientos  (antes se tocaba a gloria, hay que recuperar las buenas costumbres) y  las de muerte. Claro que a muerte, sin miedo. ¡Es lo que toca! En  eso no ha cambiado la cosa. Pues eso; se anuncia el inicio y final de todos los caminos que cada uno de nosotros somos a golpe de campana. ¿Cómo no vamos a entender lo que significa caminar? Tendríamos que estar ciegos si viendo mirar no vemos. 

Caminante, son tus huellas / el camino y nada más / Caminante no hay camino, / se hace camino al andar./ Al andar se hace camino / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante no hay camino / sino estelas en la mar.       

Tres, el albergue

Los caminantes vienen tranquilos en su silencio, cansados, agotados. ¡Quién sabe si perdidos!  Y se encuentran con Sahagún desde las lomas de los barriales. Asoman las torres rojas de San Tirso, San Lorenzo, La Peregrina en un alto, San Juan en la escalera, la torre del reloj y ésta que hoy nos alberga. Aquí llegan los caminantes en busca de  estelas en la mar. Sellan si quieren sellar y pasan si quieren pasar. Otra vez Lorca me viene “¿Quién recoge tu semilla de llamarada en la nieve? El fruto codiciado… ¿Qué buscas caminante? ¿Quizá los mundos sutiles ingrávidos y  gentiles?  ¿Qué buscamos Antonio Machado? ¿Buscamos a Dios por los caminos?

Esta torre, Trinidad, que bautizó a mi madre y a tantos facundinos, es hoy, es ahora, en el ahora de ahora sin ir más lejos, un albergue. Un albergue, “Platero. ¡Qué palabra tan honda, tan verdinegra, tan fresca! Parece que es la palabra la que taladra, girando, la tierra oscura, hasta llegar al agua fría.” Juan Ramón Jiménez cantó al pozo en un día de sed. Sirva para “al-ber-gue”: reposo, trago de agua fresca, aliento para el caminante que ha de seguir por veredas y roquedales.

“!Buen camino!”, dice mi padre a voz en grito cuando los ve por el Puente Canto, o en la Virgen del Puente, cuando hacen el receso para mirarse en la corriente, o en los arcos rotos que sustentan la torre del reloj al lado  del Arco de San Benito, que corona la carretera. Por qué él cree que están perdidos les señala con el dedo el camino bueno. “Por allí peregrinos”. ¿Cómo no van a estar perdidos, padre, si caminan? ¡Nunca se pierde un perdido! Os lo he oído en casa muchas veces en casa. Pero vale la intención y  agradecen en mil lenguas cualquier ayuda.

Arcos por donde pasaron el amor y la vida de otros tiempos casi olvidados, arcos por donde pasa el agua, que trazaron rutas en ríos comunes. “Por el arco de Elvira quiero verte pasar, para saber tu nombre y ponerme a llorar”. Lorca viene sieeeempre a mi rescate.

Es magia el cariño que despiertan los caminantes. Tan solos, tan desprovistos, tan sufridos, tan silentes,  tan sedientos; quien sabe si tan perdidos. “Caminante, son tus huellas el camino y nada más, caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.

Cuatro, anfitriones

¡Ay,  paisanos! Por Sahagún se dobla el mapa en dos mitades que van desde Roncesvalles  hasta Finisterre. Tendremos que hacer un esfuerzo aún mayor, si cabe, por ser anfitriones generosos, perennes, anfitriones inveterados, agradecidos… Porque no hay que olvidar, que en su génesis, Sahagún, y por ende su comarca, su deliciosa comarca..... Aquí tengo que hacer un alto en el camino. No puedo resistir la tentación de recorrer todos los veranos en bicicleta para ver sus montones de trigo, desde la Requejada hasta Arenillas, Galleguillos, Codornillos, Villamol, Bercianos del Real Camino, San Martin de la Cueza, Joara, tantos nombres que podrían servir para contar una historia de García Márquez.  Se formó, digo, con gentes de todos los caminos. Comerciantes y santos,  bandoleros y honrados pexeros, mercaderes corteses e ricos burgueses,  xentes de bien e de mal, todos ellos, ¡quién sabe si perdidos! De modo que, si lo llevamos en la sangre, ayudemos a los que como ellos fuimos y hoy como ellos seremos.  

Sentir, como una dicha, albergar a gentes de todos los lugares del mundo, de todos los idiomas y de todas las culturas, porque aquí, en este camino “milagroso”, los idiomas y las culturas no son diferencia ni frontera. No es solo un recorrido religioso, es también, es además, una experiencia iniciática. ¡Quién sabe si tan perdidos como nosotros! Golpe a golpe, verso a verso. Esta es la dicha. 

 “Cuando el jilguero no puede cantar / cuando el poeta es un peregrino / Cuando de nada nos sirve rezar / Caminante no hay camino / se hace camino al andar”.                                          

Cinco, volver

Decía antes que algo tramaba el futuro, pues a eso voy.  Muchos de los hijos de este pueblo hemos caminado por caminos de otros pagos. Y en todos hemos encontrado un hogar donde vivir y laborar. Esta España deshabitada y hoy olvidada, tiene que luchar por resucitarse, por salir de ese olvido, encontrar su tiempo propicio y, como las grullas estacionarias, los hijos del baby boom volveremos al recogimiento de nuestros viejos nidos y nuestros recuerdos. Encontraremos un pueblo mantenido por los que se quedaron; a los que digo en letras grandes “gracias”, aunque hoy no estén aquí, Sahagún es un pueblo de acción más que de discursos. 

Viajamos siempre y “salimos de los muros de la patria mía”, de los seres queridos, del entorno que nos protege, del estado de confort. Y tiene eso de bueno, que encuentras visiones increíbles que calman el desvalimiento y la morriña. Viajar tiene ese vértigo. Descubrir, iniciar  rutas, ver gentes y oír sonidos de otras culturas. Cuando llegas a un lugar y te ofrecen un simple vaso de agua, un cobijo bajo la lluvia o una mínima y eterna sonrisa afable sientes la fuerza de la vida expandirse en tu pecho y te alegras de haber nacido. 

Yo he estado en lugares de paz y algunas veces, pocas, en guerra y siempre me han dado cobijo en su casa y en su jaima hasta los más pobres viejos peones. Entonces te das cuenta de que lo esencial no tiene dueño. De esta forma os animo a preservar nuestro camino, que es el suyo y a verlos como un milagro que nos visita. 

Así pues, generosos con los de fuera, pacientes y constantes como el camino que supo esperar su tiempo propicio, nosotros haremos obligaxion de anfitriones con el mismo tesón, en el cada día, empezando por los pequeños detalles.  “Dar agua al sediento”. Aquí me viene el monaguillo.

Seis, despedida

Cierro, sahaguneros, cierro con Machado como empecé, que lo explica mejor que yo y más bueno: pues es dos veces breve. Que no quiero yo hacer un sermón. Y nos vemos en la cantina.

“La mala gente que camina va apestando la tierra, pedantones al paño que miran, callan y piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas. Pero “en todas partes he visto gentes que danzan y juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra. Nunca si llegan a un sitio, preguntan a dónde llegan. Cuando caminan cabalgan a lomos de mula vieja, y no conocen la prisa ni aún en los días de fiesta. Donde hay vino, beben vino, donde no hay vino agua fresca. Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra”. 

O sea caminantes, o sea peregrinos, o sea facundinos… ¿Quién sabe si tan perdidos? Y con el mismo polvo bajo las ruedas.

Carmelo Gómez (2020)

CALCHAKIS

PEÑA LOS CALCHAKIS

Esta peña fue fundada en 1991 entre unas 15 personas y después de 21 años hoy en día estamos en torno a los 70 miembros. Vestimos de cuadros amarillos y blancos predominando el amarillo y el nombre proviene de una banda de música compuesta por cuatro argentinos y un chileno creada en 1960 que, aunque ya con una cierta edad, hoy siguen en activo.

Sergio Cuevas 669 - 886.718

 

BRAULIO ANTÓN RAMÍREZ

Nació en Sahagún en 1823, siendo sus padres Carlos Antón y María Ramírez, naturales y vecinos de la Villa. Finalizados sus estudios elementales, pasó a cursar la carrera de administración civil en Valladolid; pero, al trasladar su domicilio desde Sahagún a Madrid en 1838 sus padres, también encaminó hacia la capital de España sus estudios Braulio Antón Ramírez. Allí concluyó su carrera tan brillantemente que, a poco, era elegido presidente de la sección de Agricultura, en la facultad de Económicas de la universidad matritense. Algún tiempo después, vistos los méritos economistas del hijo de Sahagún, fue nombrado director de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, mientras que se daba tiempo para conjugar sus altos quehaceres con la dirección también del Boletín Oficial del Ministerio de Fomento.

De otro lado, compuso el valioso y muy consultado Diccionario de Bibliografía Agronómica y de toda clase de escritos relacionados con la Agricultura, seguido de un Índice de Autores y Traductores, con algunos apuntes Biográficos, obra que mereció ser galardonada por la Biblioteca Nacional en 1862, y que, publicada en 1865, sirvió de manual insustituible para catedráticos y alumnos de ciencias agronómicas. Obra colosal que se agotó enseguida –dado su valor intrínseco- y de la que hemos hallado un ejemplar en la biblioteca de nuestro colegio agustiniano de Valladolid, con sus 1.015 páginas, y que en la 859 de su índice de autores y traductores, el propio Antón Ramírez no dice algo de su vida y su labor, cuando – sin petulancias- subraya:

“ANTON RAMÍREZ, Braulio: Jefe de administración civil, oficial segundo de la secretaría del ministerio de Fomento, vocal y secretario general del Real Consejo de agricultura, industria y comercio, comendador de número de Calos III, presidente de la sección de Agricultura en la Económica Matritense, socio de honor y de mérito de diversas corporaciones, y autor de varias obras literarias: Nacido en Sahagún (León) el 26 de marzo de 1823; hizo sus primeros estudios en Valladolid hasta el año de 1838 en que se trasladó a Madrid con su familia. Además de algunos artículos anónimos publicados en el Boletín Oficial del Ministerio de Fomento, cuya dirección ha estado a su cargo, ha escrito sobre las materias que nos ocupan, lo siguiente:

-“Catálogo de los productos presentados en la exposición de Agricultura celebrada en Madrid el año de 1857”.

-“Concurso agrícola celebrado en París en junio de 1860”.

-”Memoria sobre los productos de la Agricultura española reunidos en la Exposición general de 1857” (colaborador).

Finalmente, subrayaremos cómo el erudito hijo de Sahagún había compuesto –en su juventud- y publicado, en Cuadernos de Literatura, algunas novelas y comedias, éstas con el seudónimo de Periquito entre Ellas. Hasta que, en noviembre de 1892, moría este ilustre hijo de Sahagún, pocos días antes de que el ministerio de Sagasta sustituyera al liberal-conservador de Cánovas del Castillo. Hacía siete años que había fallecido Alfonso XII, encargando la regencia a la reina Cristina de Habsburgo, y seis que la regenta había dado a luz a quien sería rey de España, con el nombre de Alfonso XIII.

(Juan Manuel Cuenca Coloma. Sahagún Monasterio y Villa 1085-1985.- Pág. 423)

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