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RECUERDOS NAVIDEÑOS

Se acercan un año más las entrañables fiestas navideñas, pretexto ideal para iniciar un consumo desaforado como si durante el resto del año ni compráramos ni comiéramos.

Hasta mis remotos quince años mis recuerdos de la Navidad están relacionados con el pueblo de mis padres, Sahagún, ya que íbamos a pasar todos los años las Fiestas allí.

Antes de que llegaran las vacaciones de Navidad en el colegio yo ya llevaba  semanas pensando en el viaje que me esperaba. Nos íbamos sobre el 21 de diciembre y volvíamos después de Reyes. Era muy emocionante preparar las maletas, que iban muy llenas porque había que llevar ropa de abrigo.

Yo ya me imaginaba unas copiosas nevadas para poder hacer bolas de nieve para batallar con mis primos. Lo que no hicimos nunca fueron muñecos. Había años que no nevaba, pero como la casa de mis abuelos tenía en frente la plaza de toros había una zona de umbría casi permanente y allí se hacían capas gruesas de escarcha y daba la impresión de que había nevado.

Una de las cosas que más me emocionaba era el viaje en el tren. Cuando yo era pequeño el tren que iba de Barcelona a Galicia le llamaron el Shanghái debido a que un ferroviario monfortino le puso una vez ese nombre en el año 1950 porque era muy famosa la película Shanghai Express de Marlene Dietrich. Una vez hubo problemas en la vía y tardamos 24 horas de Barcelona a Sahagún, no sé lo que tardaría en llegar a A Coruña y Vigo.

Me acuerdo de que en los departamentos del expreso había unas fotos en blanco y negro con paisajes de ciudades en las paredes encima de los asientos, justo después de que colocábamos las maletas me ponía a mirar las fotos y leía los rótulos de los lugares.

Como el tren solía ser nocturno me gustaba ver lo que pasaba cuando llegábamos a las estaciones grandes. La gente entrando y saliendo de la cafetería, los operarios golpeando las ruedas, los mozos de equipajes llevando carretillas llenas de bultos…

A medida que nos acercábamos al pueblo la emoción aumentaba. En el pueblo anterior a Sahagún, Grajal,había un puente de hierro que al pasar hacía un ruido especial. Esa era la señal para empezar a bajar las maletas y llevarlas a la plataforma, después de una pronunciada curva ya se podían ver las primeras casas del pueblo. Cuando llegábamos a la estación lo primero era mirar a ver si veíamos a mis tíos y tías, que normalmente nos estaban esperando para ayudarnos a llevar las maletas. ¡Qué alegría y qué abrazos después de un año sin vernos!

Mis abuelos nos esperaban en la cocina calentita por la chimenea que siempre estaba encendida y en la que se cocinaba con trébedes y pucheros de barro. En fin, podría contaros más cosas pero aquí lo dejo.

Feliz Navidad y Bon Nadal. Dad y recibid todo el cariño que podáis.

Gerardo Guaza. Dic 2016(La Voz de Castelldefels)

 
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