San Martín de Tours
Obispo de Tours (Francia), (Sabaria,Panoia 316-Candes, Turena, 397). Hijo de un tribuno militar, se alistó en la milicia a los quince años; se hizo bautizar a los dieciocho en Amiens, donde según la tradición, partió su capa con un pobre. Fue exorcista en Poitiers, junto a San Hilario, que le ordenó sacerdote; posteriormente se retiró a Ligugé, donde se le unieron algunos discípulos, y su fama se extendió por toda la Galia.
Martín de Tours es uno de los santos que más templos tiene dedicados en todo el planeta. Solamente en la diócesis de Girona, ya hay 50 iglesias que le tienen como patrón (incluidas las parroquias). Pero este número, lógicamente no es nada comparado con las más de 3.500 parroquias que tiene dedicadas en Francia. La devoción a San Martín de Tours está extendida en todo el mundo: Francia y Alemania encabezan la lista, pero también en Catalunya y en España y en otros países en general, su vida ha hecho época.
Martín y la capa
San Martín de Tours nació en en Hungría en el año 316 aunque toda su educación la recibió en Pavia (Italia). Ya desde muy joven sintió un cariño especial al tema religioso, pero a los 15 años se vio obligado a entrar en el ejército, sirviendo a caballo en la guardia imperial romana. Es en este periodo cuando surge una de las historias más bellas y más conocidas de nuestro santo. Un día de invierno muy frío, la tropa romana entró en la ciudad francesa de Amiens. Allí, Martín encuentra a un pobre desnudo que le implora caridad, y no teniendo monedas para darle, Martín sacó la espada, cortó la capa que llevaba por el medio y le dio la mitad a aquél pobre hombre. Fue objeto de burlas por parte de sus compañeros, pero la acción caritativa fue dulcemente recompensada, ya que la tradición cuenta que aquél mismo día por la noche, vio en sueños a Jesucristo vestido con el mismo trozo de tela que había dado al mendigo.
El Joven Martín
El joven soldado del César Juliano, Martín, del que todo el mundo recuerda el suceso de la capa partida, se encontraba con las legiones que el César había concentrado en la ciudad de Worms preparando la ofensiva contra los bárbaros que habían penetrado en las Galias. Corría el año 356. Para levantar, de manera convincente, la moral de los soldados, el César decidió dar un donativo a sus tropas (los incentivos económicos aumentaban el ardor de los soldados en la batalla). En medio de las legiones alineadas en perfecto orden, cada soldado recibía el dinero que con generosidad daba Juliano. Fue entonces cuando Martín renunció a llevar armas. Aproximándose a Juliano le dijo: "Hasta ahora, César, he luchado por ti; permite que ahora luche por Dios. El que tenga intención de continuar siendo soldado que acepte tu donativo; yo soy soldado de Cristo, no me es lícito seguir en el ejército".
Juliano pensó que aquel momento, en medio de una operación militar, no era el más oportuno para acceder a tan singular petición (singular para un emperador romano, claro está). No podía permitir entre sus tropas ni la deserción ni la disensión. Pero, hábil como era, pretendió desautorizar a Martín entre sus compañeros porque su ejemplo bien podía extenderse si trataba el asunto según la estricta disciplina militar (es decir, ejecutándolo). Así pues, el César, le contestó: "Tú sabes que el combate está pronto, los bárbaros nos atacarán mañana y hemos de responder con contundencia, la seguridad del Imperio peligra. Tu actitud, querido Martín, parece que está más motivada por el miedo que por tus convicciones religiosas. Dices ser cristiano, es decir, un cobarde. Tienes miedo de enfrentarte al enemigo".
Martín escuchaba con paciencia, sabía que Juliano era un buen comandante, erudito en los negocios de la guerra y de la filosofía. Su ataque contra el cristianismo era hábil. Si no respondía con habilidad, sus compañeros de armas se reirían de él, y, lo que era peor, de Cristo. Pero no tuvo que pensar mucho rato (el Espíritu Santo ayuda en esos casos), la respuesta le salió rauda del corazón:
"Muy bien! Dices que soy un cobarde. Pues mañana, al amanecer, cuando sitúes tus legiones en orden de combate, déjame en primera línea, sin armas, sin escudo y sin casco y me internaré tranquilo en las filas enemigas. Así te probaré mi valor y mi fidelidad y te demostraré que el miedo que tengo no es a morir sino a derramar la sangre de otros hombres".
Así se acordó. Pero el gesto no fue necesario. Los bárbaros, por la mañana, pidieron la paz. Las crónicas anotaron que los bárbaros no se atrevieron a enfrentarse a la pericia militar de Juliano (después llamado el Apóstata por otras crónicas). Pero algunos legionarios afirmaron que lo que realmente les espantó fue el haber sabido, gracias a sus espías, que los romanos estaban tan seguros de la victoria que muchos soldados acudirían al combate sin armas.
Así fue como Martín, más tarde conocido como San Martín de Tours, obtuvo la licencia, vencedor por dos veces, pues él no combatió ni se había derramado sangre humana.
Su vida pastoral
Ya libre del ejército, nuestro santo se bautizó y se dirigió a Poitiers para unirse a los discípulos de San Hilario. Allí empezó su vida dedicada a Cristo, a través de las enseñanzas de este ilustre santo. Después de conocer las principales virtudes cristianas y de pasar unos días en su ciudad natal, se dirigió a Milán. Al cabo de unos años se retiró a una pequeña isla cerca de Génova, llevando una vida eremítica de silencio y austeridad. Pero San Hilario le pidió que regresara a Poitiers y allí fundó un monasterio, concretamente en la localidad de Ligugé. En el año 370 es consagrado obispo de Tours. Uno de sus primeros actos fue fundar otro monasterio, el de Marmoutiers. Durante su estancia en Tours luchó contra el paganismo, la adoración a falsos ídolos y contribuyó especialmente en la divulgación de la fe cristiana, aunque esto no siempre le fue fácil. Tuvo a todas las personas amantes del lujo, encontró a personas pobres de fe e incluso a sacerdotes que no veían con buenos ojos aquella vida de austeridad del santo.
Mas tradiciones y leyendas
San Martín de Tours es un personaje al cuál se le han relacionado toda una multitud de tradiciones y leyendas.
-En diferentes estampas, sale a veces la figura de un ganso. Y es que ... Martín, lleno de humildad, no aceptó en un primer término ser obispo de Tours. Rehuyendo del nombramiento se ocultó en un escondrijo, pero no le sirvió de nada, ya que fue delatado por el ruido de un ganso. Se ve que el pobre animalito no paraba de dar graznidos! Allí lo encontraron unos eclesiásticos y le convencieron.
-Se dice también que en Tours quiso cortar una encina a la que veneraban los paganos. Ellos le dijeron que lo podía hacer siempre y cuando el árbol cayera encima de él. Ni corto ni perezoso, Martín cortó la encina y, cuando iba a caer sobre su cuerpo, levantó la mano, hizo la señal de la cruz y el árbol cayó rápidamente al lado opuesto.
-Y también se explica que un día, mientras oraba en su celda, se le apareció un rey con una prendas de púrpura, una diadema de oro y piedras preciosas sobre su cabeza, y unos zapatos de oro. El rostro era muy puro y atrayente. Aquella figura le preguntó a San Martín: "Martín, ¿me reconoces?. Después de unos segundos de silencio, aquella extraña persona le dijo: "Soy Cristo y quería presentarme ante ti". Pero... Martín ni caso. "¿Cómo puedes dudar?", le preguntó aquella figura. Entonces nuestro santo le respondió: "Cristo no ha de volver envuelto en púrpura y en oro. Solamente te haré caso si me muestras tus llagas". Rápidamente, aquél "fantasma" desapareció y la celda se llenó de humo y azufre, elementos que delataron a aquel curioso visitante.
Su último respiro
Martín de Tours falleció en uno de los sitios más bellos de Francia, en Candes. Sus discípulos, que querían estar con él hasta el último momento, le pedían que continuara viviendo, ya que si no lo hacía, su rebaño quedaría expuesto a grandes peligros. Él contestó: "Señor, si aún soy necesario, no rehusó continuar viviendo. Que tu voluntad se realice plenamente". Y antes de dar el último respiro, se dirigió a sus discípulos con estas palabras: "Dejadme, hermanos, mirar al cielo más que a la tierra para dirigir desde ahora mi alma por el camino que debe conducirla hacia el Señor". Era el año 397.
Onomástica y patronazgo
Su onomástica es el 11 de noviembre. Es el patrón por excelencia de los soldados y junto a San Francisco de Asís de los tejedores y fabricantes textiles. Le pueden pedir amparo los mendigos. Es el patrón de Francia y Hungría y de diferentes ciudades, entre ellas: Amiens, Avignon, París y Utrech. En Girona, es el patrón del Seminario diocesano.
Su conmemoración se celebra el once de Noviembre, y como aquí se dice " a cada cerdo le llega su San Martín", en referencia a que esta es la época en que se hace la matanza de cerdos.
También a esta época se le llama "veranillo de San Martín" .
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