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En el libro de bautismos de la iglesia parroquial de Santiago de Sahagún reza la partida de bautismo de un niño llamado Juan Manuel Conde Rojo, a 1 de enero de 1792. Hijo de don Dionisio Conde y de doña Juana Rojo, sus abuelos paternos fueron Juan Conde y María García, mientras que los maternos lo eran Melchor Rojo y María Álvarez, todos ellos vecinos de la Villa. Andando el tiempo, aquel niño se daría a notar por sus valentías y arrojos durante la guerra de la Independencia, para dedicarse luego al servicio de Dios y a la cura de almas en la parroquial del barrio que le vio nacer.

Efectivamente, 16 años tenía cuando las águilas napoleónicas invadieron España. Formando enseguida filas entre los voluntarios de León que cerraron sus frentes al paso de las huestes francesas, presentándole el P. Wilibaldo como combatiente en Sahagún –por el mes de octubre de 1810- con aquella columna comandad por el General Mier y con las fuerzas guerrilleras de Juan Díez Porlier, contra el contingente enemigo que había hecho del convento de San Francisco su baluarte. Después de la victoria del alto de la Peregrina, integra Juan Conde –así compendió su decir, identificando su nombre con el del abuelo paterno- las huestes de Porlier, Castañón, Mier, Escandón, Miranda y el arcediano de Villaviciosa, combatiendo sin tregua a los franceses por Galicia, Santander y Asturias, datando del 11 de octubre de 1811 las escaramuzas guerrilleras a la altura de Cea, en las que un convoy francés, que hacía ruta de Sahagún a Carrión de los Condes, fue copado y capturado en uno de los múltiples descensos que aquellos guerrilleros hacían desde la montaña al llano, para no dejar en paz a los reductos napoleónicos por León y por Castilla.

Tras lo que –ya en 1812 y 1813- cuando José Bonaparte, por orden Napoleón, dejó su Corte de Madrid para pasarla a Valladolid y de aquí a Burgos, cada vez más acosado por las fuerzas aliadas por las fuerzas aliadas anglo-hispano-portuguesas que comandaba Wellington, diez valerosas incursiones guerrilleras hicieron a Juan Conde acreedor al despacho de sargento primero, que le extendiera Porlier cuando la rendición de Vitoria. Tales, la del 25 de abril de 1812 en Abarca, la del 29 de aquel mismo mes en Támara, la del día14 de mayo en Esgueva, la del 16 de julio en Palencia, la del 21 del mismo mes en Valladolid y la del 28 de julio de 1812 en Cabezón. A las que siguieron la del 25 de agosto de ese mismo año en Paredes de Nava, la del 20 de septiembre en Zaratán, la del 25 de junio de 1813 en Villamuriel y la del 21 de julio en Vitoria. Nombramiento de sargento que habría de rubricar el general don Manuel Freire con la cruz al mérito de guerra y el ascenso al grado de subteniente a su favor, a raíz de aquella acometida a bayoneta, con la que heroicamente repelió al ejército francés que intentaba cruzar el río Bidasoa y enfrentarse al cuarto ejército español, que avizoraba los últimos estertores de Napoleón, desde el cerro de San Marcial aquel 13 de agosto de 1813.

Contaba a la sazón don Juan Conde con 21 años de edad. Y siguió batallando contra el invasor, hasta que el 19 de abril de 1814 Napoleón se vio precisado a firmar las capitulaciones que entrañaban el rendimiento y la suspensión de hostilidades con España. Pero a Juan Conde no le fueron talismán de más luchas o de más glorias terrenas ni el título de subteniente, ni su cruz al mérito de guerra, ni aquellas elogiosas palabras que el general Freire pronunciara en su honor cuando, al imponerle la Gran Cruz, de él dijo que su valor y pericia militar eran tan grandes como la del mejor de la Generales. Pues todos aquellos títulos, méritos y glorias las tuvo por nada cuando, de los campos de batalla, se alistó para seguir el llamamiento del Señor que le quería para ser su sacerdote y adelantado en más nobles contiendas; y así le vamos en día ingresar en el seminario de León, en el que –en compañía de su primo Eugenio Conde- cursó y finalizó la carrera eclesiástica en 1825.

A don Eugenio Conde Blanco no le presenta el archivo parroquial de Sahagún, siendo sustituido por don Eugenio Rojo en los regimientos de la parroquial de Santiago a 1 de julio de 1834, por mandato y provisión del abad Fr. Bernabé Álvarez Balsinde; a s don Juan Conde Rojo nos le presentan las mismas fuentes como vicario parroquial de aquella iglesia a 5 de marzo de 1835, cuando en 2 de enero  del siguiente año bautiza a Tomás Niceto hijo de don Elías Núñez Mendieta y de doña María de las Mercedes Collantes de Cevallos, siendo su abuelo materno don Francisco de Paula Collantes Domínguez, Administrador de las Rentas reales de la Villa. De otro lado, un libro más de aquel archivo nos sigue resaltando a don Juan Conde como vicario parroquial de la misma iglesia a 8 de junio de 1835, cuando el M.R.P. Ilustrísimo Sr. Dn. Fr. Bernabé Álvarez Balsinde, según Orden de S.M. fechada a 2 de junio del año pasado de 1833, visita, aprueba y determina como Cementerio de la Villa el sitio de la Villa al Norte, donde llaman San Sebastián, señalando y clasificando el lugar para sepultura de adultos y niños.

De esta forma trocó medallas en frentes de batalla por servicios más callados y –sin duda- más gloriosos en los frentes de la cura de almas aquel hijo preclaro de Sahagún, durante el imperio de los Borbones.

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