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No fue poca la parte que en la guerra de la Independencia le tocó a Sahagún. El 31 de marzo de 1808 recibió el Ayuntamiento de la Villa un real mensaje, en el que se comunicaba la abdicación de Carlos IV. La noticia llenó de júbilo a la Villa; y, creyendo que la abdicación habría de reportar grandes beneficios a la desasosegada España, se determinó en concejo que el hecho debía solemnizarse con una función religiosa de acción de gracias. Al punto el alcalde lo comunicó al abad Fr. José Sáenz de Escalona, invitándole a celebrar una misa pontifical y a que pronunciase la plática al caso, o tuviese a bien designar un orador que enalteciese la gesta. El día señalado volvió la basílica a vestirse de gran solemnidad, con asistencia en pleno del ayuntamiento de Sahagún, cuyo alférez mayor llevaba desplegado el pendón de Castilla y de León, habiendo –luego de la ceremonia- animados bailes y festejos en la Villa. Y por la noche fuegos de artificio y luminarias.

El día 24 de abril –fecha en la que León fue la primera ciudad que en España dio el grito en favor de la Independencia –recibía Sahagún otro mensaje regio, pidiendo que se celebraran rogativas públicas para alcanzar de Dios gracia y acierto en los regimientos del monarca y sus ministros. Pasó aviso el ayuntamiento al abad, quien se hallaba haciendo la visita pastoral en los poblados de su jurisdicción, interrumpiéndola al punto para dar cumplimiento a la real orden. Y por tres días consecutivos se celebraron aquellas rogativas, finalizando con otra misa pontifical el día 28, a la que asistieron las autoridades edilicias, junto a todo el clero de la localidad y también del coto. Acto seguido, una impresionante procesión acompañó a sus más valiosos intercesores por las principales arterias de la Villa: Que para mejor alcanzar gracia a sus súplicas fueron llevadas a hombros entonces la imagen del Señor Nazareno, que salió de su capilla de Jesús, la de la Divina Peregrina, que lo hizo desde el colegio de San Francisco, la de san Juan de Sahagún, desde su iglesia, y también las reliquias de san Facundo y san Primitivo, desde la propia basílica abacial. En el mes de mayo y cuando Madrid gemía lutos de dolor y rabia por la muerte de sus héroes en el sangriento combate ya contra los franceses que comandaba Murat, otra rogativas reiteraban peticiones en Sahagún para evitar una contienda que ya no se podría detener, y para la que la Villa se puso en pie de guerra.

En el mes de junio, al conocerse la renuncia de Carlos IV en favor de Bonaparte, se crearon las Juntas Provinciales de Defensa Nacional en contra del invasor, dejando sin efecto las decisiones que tomara la Junta Suprema de Gobierno constituida por Fernando VII en Madrid a 10 de abril de aquel año,  al partir para Francia. La de la provincia de León quedó en manos del gobernador provincial don Manuel Castañón, cuyo mandato fue transferido –a poco- al capitán general don Antonio Valdés quien firmaba aquel oficio dirigido al abad de Sahagún, pidiéndole en nombre de la Junta Provincial que, según sus posibilidades, enviase granos y dineros para el mantenimiento del ejército de voluntarios, que se aprestaba valerosamente a la defensa de la provincia y de la patria. Sobre lo que nos dice el encabezamiento de un diploma:

“Vista la justicia de la causa y considerados los esfuerzos de otras comunidades y cabildos que se habían sacrificado en sus rentas hasta reducirse a una estrechez no pequeña, a 22 de junio el abad y los monjes de Sahagún resolvieron tributar para la causa de la Independencia 3.000 fanegas de trigo, 200 de cebada y 300 de centeno, sumadas a las otras cantidades que tanto el Monasterio como sus Prioratos tienen ya dadas para el sustento de las tropas, cuidado el P. Granero de formar lista individual y específica de lo que habían dado y dieran en lo sucesivo el Monasterio y cada Priorato”.

El 7 de julio leyó el abad ante el Capítulo monacal una carta que el alcalde de Villada le había hecho llegar participándole, por orden del Intendente de Palencia, que a los Prioratos de Villafrade, Nogal y Villada les había tocado por repartimiento para subvenir a las tropas francesas, 50.000 reales que pedía el Excmo. Señor Conde la Lassalle, por vía de exacción, más otros 50.000 que debía adelantar, por vía de empréstito. Ante aquel pedido, Fr. José Sáenz de Escalona expuso al remitente la situación de la abadía, diciéndole cómo estaba exhausta de metálico al presente, aparte de estar empeñada en muchos miles de reales por causa de no haber podido despachar los granos y no muchos, en razón de malas cosechas, consistiendo justamente en aquellos cereales sus principales rentas. Por lo que no le había sido factible entregar ya dinero alguno a don José Oñez, comisionado de la comandancia francesa, acantonada cerca de Rioseco, quien de antes se lo había suplicado, así como tampoco a don Miguel Modez, alcalde crimen de Valladolid, quien había acudido también a las puertas de abadengo con igual comisión. Y tan verdad era aquello, que se veía obligada la comunidad a pagar con granos hasta la Congrua de los párrocos y sacerdotes de su jurisdicción, el salario del médico y el de los encargados de otras dependencias de la abadía, teniendo que comprar –del mismo modo- los géneros de primera necesidad y consumo de sus monjes. Aparte de ello –añadía- estaba aún debiendo el abadengo el importe de las 50 camas nuevas, con que había contribuido para las tropas francesas que estaban en Rioseco, sobre el costo de las reses vacunos que había dado para alimento de las mismas tropas. Con todo –concluía- no se debía pensar que se estuviese inhibiendo en el importe de aquel requerimiento; pues estaba dispuesto a apresurar el despacho de sus granos, aunque fuese a menor precio, para poder hacer frente al cometido que ahora le pedían tanto el intendente de Palencia como el Sr. Conde de Lassalle, a los que así debía informar el alcalde de Villada.

(Juan Manuel Cuenca Coloma. Sahagún Monasterio y Villa. Pg.358, 359)

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