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EL PRIMER JUGLAR DE ESPAÑA. SAHAGÚN, ESCUELA DE JUGLARES
Por los días del año1116 y por primera vez en las Españas, apareció el nombre de Juglar precisamente en San Facundo. Noticia cultural e histórica que nos ofrece Ramón Menéndez Pidal, basándose en aquel texto de la primera Crónica Anónima de Sahagún, cuando doña Urraca, una vez hecha la paz con los burgueses de la Villa, de este modo dice a aquellos otros que, por sus rebeldías, había merecido destierros y compurgaciones:
“Pártanse, pues, agora todos estos JOGLARES E TRUHANES, cortidores e zapateros que a mí me tomaron el reino e a vos negaron la debida reverencia; que en mis orejas es venido e notificado que ninguno de vosotros osaba hablar, ellos presentes, nim de mi decir alguna buena palabra”
Palabras que no pueden ser tomadas como simples insultos, sin hacer causa conjunta con el oficio que los condenados ejercían en la Villa, comenta Menéndez Pidal; pues ¿Qué otro sentido podría tener en esta relación de una lucha de artesanos, insultar a unos con el dicterio de curtidor o de JUGLAR, si no respondiera aquel insulto al oficio real de insultado?. Queda, por tanto, constatado que el primer Juglar de España nació históricamente a la vida épica de nuestras letras en Sahagún. Pero hay más; pues el texto del Cronista Anónimo entraña la gloria de haber sido Sahagún también el primer reducto de España que inauguró una ESCUELA DE JUGLARES, así como que fueron los juglares de San Facundo quienes más se esforzaron en el asentamiento del romance castellano. Sobre lo que discurre el propio Menéndez Pidal de la siguiente forma:
“Respecto a los reinos de Castilla y León, nada sabemos del arte propio de una turba de juglares, que Vivian entre los artesanos de Sahagún, en la remota fecha de 1116; pero es de suponer que fuese un arte no cortesano, sino propio para agradar a los burgueses, entre los cuales los juglares vivían: Un arte, por tanto, en lengua castellana, no gallega ni provenzal. Sólo el testimonio de la existencia de esta ESCUELA DE JUGLARES en Sahagún a principios del siglo XII, es de mucha importancia; pero todavía es de mayor valor saber de la existencia de una juglaría popular, suelta y errante, capaz también de ser apreciada… no en las cortes, sino en los Concejos, ya que, por tanto, habría de cantar en castellano”
Y todavía sigue diciéndonos Menéndez Pidal cómo los juglares de la Escuela de Sahagún tropezaron –mucho antes que ningún otro literato- con la dificultad de no ser comprendidos en latín, viéndose precisados a lanzarse, entre los primeros, a formar las lenguas de la Romanía, forzando la humilde lengua cotidiana, para que sirviese a la estructuración de múltiples géneros poéticos. Y todo ello, para satisfacer la demanda de recreo imaginativo que el vulgo hacía.
No sabemos el nombre propio del primer Juglar de España, ni el de aquellos que hacían sus pinitos juglarescos en la Escuela de Sahagún. Y es que el anonimato era consustancial a la popularidad del relato juglaresco. Pero, por otras fuentes, si sabemos que el nombre que, en su quehacer usaban, no era el propio, sino otro –por lo común rumboso y de acuciante sonoridad- que bautizaba sus trabajos: Tales como Alegre, Saborejo, Corazón, Sutil, Gracioso,habiendo quienes se llamaban con el apelativo del instrumento, con el que acompañaban su recitación festiva, como Cítola, Cornamusa, Vihuela.
Su vestido solía ser un vistoso traje, hecho de paños con tintes rojos, verdes, azules, amarillos o negros, según las circunstancias, sobre el que llevaban –prendida el pecho- una placa esmaltada, y al cuello, gargantillas y aderezos de plata. Por su trabajo cobraban una quitación o salario mensual, en dinero, paños de vestir, cebada, trigo, frutas o vino, lo que –reducido enseguida a numerario- les permitía mantener criados y hasta juglaresas o soldaderas a su servicio. Y no queremos cerrar el presente titular, sin dejar reseñado –siempre con Menéndez Pidal- que en la ESCUELA JUGLARESCA de Sahagún, sobre el trovador y sus juglares, de seguro que también se adoctrinaban otros tipos afines, como el Remedador, el Segrier, el Cazurro y el Bufón, diciéndose Remedador el juglar que contrahacía e imitaba; Segrier, el que hacía palco en las Cortes; Cazurro, el falto de buenas maneras en su recitación y que ejercía su labor por calles, plazas y solanas; Bufón, el que en las cortes señoriales si fingía loco, no habiendo reparos en desvergüenza y deshonor, siendo éste el juglar de más tardía aparición por España.
(Juan Manuel Cuenca Coloma.Sahagún Monasterio y Villa.-Pag 62,63)
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