Mudéjar
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Decir arte románico en España, es decir del arte del Camino de Santiago, porque los templos, que le escoltaban, corresponden a un tipo propio de iglesias, tipificado como de peregrinación , cuyas líneas se difundieron por el sur de Francia y por la mitad norte de España, hasta culminar en la basílica que guarda las reliquias del apóstol. Y, justamente, en aquel arte románico español –sobrio, ecléctico y robusto- hacen resaltar los tratadistas la llamada Escuela de Sahagún, como baluarte de una arquitectura que, mezclando lo románico con lo mudéjar en un tipismo construccional clásico-morisco, fue sembrando de torres típicas las soleadas tierras de Castilla y de León, hasta internarse en la imperial Toledo, para extenderse luego por Extremadura.
Bien porque la piedra de sillería románica escasease en los aledaños de la Villa, donde la piedra es poca y por demás costosa –nos sigue señalando Gómez Moreno- bien porque, debido a alguna crisis, las obras hubieran de verse interrumpidas a medio hacer, o porque la dura competencia entre canteros y alarifes moros diese primacía en el lugar a éstos sobre aquellos en sus quehaceres, lo cierto es que así las torres de Sahagún, como las nuevas construcciones ampliatorias de su abadía, marcan –en el siglo XII- una etapa de esplendor, que va ordenando un tipo de iglesias de ladrillo sobre las bases del arte románico, con sabor a moriscos abolengos, nos reitera Valdeavellano. Tipismo de aquella arquitectura y dos joyeles de la Escuela de Sahagún son las celebradas iglesias de San Tirso y San Lorenzo de la Villa –todavía en pie- junto con otras siete que desaparecieron bajo la piqueta de los años.
La iglesia parroquial de San Lorenzo viene mencionada en un documento fechado a 15 de diciembre de 1110; pero, bien examinada la escritura, se ve que la iglesia ya existía en 1092, cuando el conde Gonzalo Muñiz acababa de construir sus Palacios de Sobradillo –entre Villamol y Villapeceñil- sobre unas tierras compradas a espaldas de la iglesia de San Lorenzo. Palacios que ahora el abad Don Diego trueca por una heredad en Moratinos. Los muros internos laterales de la iglesia de San Lorenzo corren sus avanzadas lisas, como si hubieran sido levantados de tapial, descansando sobre ellos la estructura eclesial, conformada de tres espaciosas naves, separadas por dos parejas de grandes arcos –agudos y triples-, sobre jambas cortas e impostas de nacela con recuadros, que el tiempo fue encubriendo tras bóvedas de yeso. Tres capillas cierran el testero, sobresaliendo la del centro por sus grandes ábsides, guarnecidos con uno, dos o tres órdenes de arquillos ciegos, todos de herradura. Y, mientras los ábsides aleros ostentan modillones cortados en nacela y con grandes ventanales en medio, los del central determinan un arco más aupado que ocupa –de arriba abajo- el retablo principal.
Precisamente sobre el ábside central alza sus contrafuertes una torre cuadrada, hueca toda ella, con un orden de arquillos ciegos y doblados en su primera parte, siguiéndole otros tres órdenes de ventanales en otros tantos cuerpos –un tanto retraídos y de forma piramidal- los que antaño morían en un chapitel. El efecto de aquella vacuidad, vista a través de las ventanas, produjo y sigue produciendo viva admiración a quien la ve desde lontananza. Pues casi va perdiendo su prolongación en herradura la gama de sus arcos, agudos en la tercera fila, y de igual punto, aunque llanos y más pequeños, en la superior.
Más notable –si cabe- es la iglesia de San Tirso, citada en un diploma que va fechado en 22 de mayo de 1123, y a cuyo capellán, llamado Alfonso, vemos hacer de escribano en dos cartas de 1125 y 1126, respectivamente. La fotografía que adjuntamos, nos canta sus glorias arquitectónicas, comenzadas con piedra de sillería dentro del más puro arte románico, como nos lo dice uno de sus ábsides que sólo llegó a alcanzar de piedra casi dos metros, por defuera con las clásicas columnas románicas, lo mismo que las del arco de adentro, las del toral y –acaso- el zócalo redondo de las primeras filas. Más tarde, la albañilería morisca se hizo cardo de la obra, tanto en las arquerías de sus tres ábsides, cuando en los capiteles de la torre. Lleva esta torre en un primer cuerpo arcos gemelos con columnas; luego, una fila de arcos más pequeños que se asientan sobre parejas de columnillas, atadas entre sí por capiteles; y todavía lleva encima una tercera serie de arcos – más pequeños y algo retraídos- que multiplican sus lozanías. Arcos que son todos de medio punto y dobles los más; son de piedra las columnas, con hojas lisas y algún que otro cogollo, siendo los techos de la iglesia de madera, mientras se llega al timbal de sus campanas por una angostísima escalera de cañones rampantes que, partiendo de los pies del templo, embebe su caminar entre la lumbre de sus ábsides, como nos dice Gómez Moreno y nos describen Lampérez y Romea y Manuel Valdés Fernández.
Estas iglesias y torres, aún en pie, conforman el dueto de arte de la Escuela Arquitectónica de Sahagún. Pero, aparte de ellas, existieron también en la Villa la iglesia de Santiago –gemela de la de San Tirso, menos en la torre, de la que careció- y que viene mencionada en un documento de 31 de diciembre de 1113, más las de San Pedro y San Martín cuando finalizaba el siglo XII, habiendo sido construida la última para atender a los numerosos mercaderes y artesanos, fundamentalmente ultrapirenaicos, que habitaban el Burgo Nuevo de San Facundo, al que hacen referencia algunos otros diplomas, en los que se basaron los historiadores para hablarnos de las dos poblaciones de la Villa, una dentro y otra fuera de sus murallas, cuando Sahagún llegó a sumar 12.000 habitantes. Igualmente allí existieron las iglesias de Santa María La Nueva, según documento de 18 de junio de 1200, y la de la Santísima Trinidad, según diploma de 24 de julio de 1221; la de la Magdalena, según escritura de 27 de septiembre de 1297, y la de Santa Cruz, según diploma de 23 de enero de 1365.
Iglesias de Sahagún –con sus respectivos cementerios- que, excepto la de San Lorenzo y la de San Tirso, todas han desaparecido, por más que la de la Santísima Trinidad –reconstruida en el siglo XVI- ostente todavía enhiestas sus ruinas. La de San Pedro estaba ubicada al pago de aquel nombre; la de San Martín en la plazoleta que, durante mucho tiempo llevó su memoria, hoy dedicada al ilustre hijo de Sahagún don Gerardo del Corral; la de Santa María La Nueva en un solar frente a lo que fuera Colegio de Hermanos Maristas hasta 1960, y cuyo nombre nos lo recuerda allí una callejuela; y las de la Magdalena y Santa Cruz, una en las proximidades de San Lorenzo, y otra en las cercanías de la Presa y junto al barrio que fue de la Judería. Finalmente diremos que –corriendo el siglo XVII- la parroquial de San Pedro unió su historial al de la Santa Cruz, y en siguiente ésta lo unió a la de San Tirso, cuando ya habían hechos lo propio la de Nuestra Señora la Nueva a San Lorenzo, al igual que, en 1806, lo hacía la de San Martín a la de la Santísima Trinidad, haciendo lo mismo y a la misma, en 1910, la de Santiago. Iglesia de la Santísima Trinidad que, desde 1964, está en olvidos y ruinas, habiendo pasado últimamente su retablo principal –del churrigueresco más subido- a ser altar mayor de la Capilla de las madres Benedictinas de la Villa.
(Juan Manuel Cuenca Coloma. Sahagún Monasterio y Villa. Pag 68 a 71)
(La Enciclopedia de León. Diario de León)
03.06.1931 - Se declara como Monumento Histórico-Artístico Perteneciente al Tesoro Artístico Nacional al Mudéjar de Sahagún.
La Gaceta de Madrid (antiguo BOE)
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