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Los Enigmas de San Benito de Sahagún

 

 

LA FUNDACIÓN

Hay dos misterios en la Semana Santa de Sahagún que se han  mantenido sin resolver a lo largo de los años: uno es el peso del Santo Sepulcro (vulgo “Urna”) y otro es la fecha exacta de la fundación de la Cofradía de Jesús Nazareno y Patrocinio de San José. Del primero no vamos a hablar dado que estamos todos prácticamente de acuerdo en seguir manteniéndolo así: es una de las causas que facilitan el debate y, diría más, la magia que para los portadores de esa imagen tiene su “Santa Lleva”. Ocasiones ha habido para que ese misterio quedase resuelto, pero la Cofradía, con buen criterio, nunca ha querido aclararlo.

 

   Sin embargo, algo distinto ocurre con el segundo misterio, el de la fecha de fundación de la cofradía, cuyo esclarecimiento sería sin duda de gran importancia para conocer nuestra Cofradía y su devenir histórico. Grandes investigadores como Teresa Baillo, el Padre Albano, Margarita Torres o Juan Manuel Cuenca Coloma, entre otros, han escrito mucho y muy bien sobre nuestra institución, sin llegar, no obstante,  a acreditar fielmente esa fecha fundacional. Y eso que algunos han realizado importantes hallazgos. Así, por ejemplo, el Padre Albano, en su libro “La Cofradía de Jesús Nazareno” (Ediciones Lancia, 1996), nos facilita algunos datos históricos que sitúan la existencia de la Cofradía en la segunda mitad del siglo XVI, entre los años 1580 y 1590. A esa conclusión llega el investigador tras revisar dos testamentos: el de María Poza, que en 1583 ordena que para su entierro avisen a la Cofradía de la Vera Cruz y a la de Jesús Nazareno, y el de Juan Blanco, que en 1590 deja por escrito la misma petición, precisando esta vez, además, los lugares donde se encuentran las dos cofradías: San Tirso y San Lorenzo. Hay también constancia de que en 1542 existía un Hospital del Nombre de Jesús, que posiblemente estuviera al cuidado de la Cofradía de Jesús Nazareno. La documentación que acredita estos datos se encuentra en los protocolos notariales de la Villa de Sahagún, depositados en el Archivo Histórico Provincial de León y en la documentación que se salvó de los diferentes incendios que sufrió nuestro Monasterio. Probablemente, si los protocolos del Archivo Provincial estuvieran digitalizados, sería más fácil encontrar documentación acreditativa de la existencia de la Cofradía en el siglo XVI, pero de momento esto no es así y cualquier labor de investigación se convierte en un asunto que requiere un esfuerzo ciclópeo por la cantidad ingente de documentos que existen en el mencionado Archivo.

 

   Así pues, encontramos a la Cofradía de Jesús Nazareno a finales del siglo XVI realizando las labores propias de la misma, aunque seguimos sin poder dar una fecha exacta de su fundación. El Decreto de Inocencio X en 1652, único documento histórico que conserva la  Cofradía (no original, por supuesto) y la construcción de la Capilla de Jesús Nazareno en el mismo siglo nos sitúan ya fehacientemente a la Cofradía, en plena actividad, a mediados del siglo XVII. Estos dos hechos están datados históricamente, ya que la escritura sobre la construcción se conserva íntegra en el mencionado Archivo Histórico Provincial de León. Remito al libro del Padre Albano para el conocimiento de todos los pormenores acerca de la construcción de la Capilla.

 

Entre 1590 y 1652 había hasta hoy un vacío documental (los investigadores no citan testimonios entre esas dos fechas) que nos haría pensar que la Cofradía o no existía o no tenía actividad, lo cual, según me dispongo a demostrar, está muy lejos de ser cierto. Dado el fervor religioso de aquella España, baluarte de la Contrarreforma, ya parecía improbable que la Cofradía sufriera un parón precisamente esos años, más aun teniendo en cuenta que fue entonces cuando se fundaron muchas de las cofradías que existen en la actualidad con ese nombre (León, Palencia o Medina de Rioseco) y que tienen la suerte de conservar documentación acreditativa de ese hecho. Esta hipótesis se confirma con la aparición de un documento que me atrevo a calificar de histórico y que servirá para datar exactamente la fecha sino de la fundación inicial de la Cofradía, sí de su refundación tal y como la conocemos ahora.

 

Para rastrearlo hubo que retroceder hasta los duros años de la Guerra Civil. Hay que recordar que la Semana Santa, salvo en el año 1931, en el que no hubo procesiones, nunca dejó de celebrarse en nuestra villa y que, además, a partir de 1936 su celebración adquirió, si cabe, una mayor importancia. Durante aquellos años el autodenominado“bando nacional”, con el objetivo de exaltar los valores católicos en las zonas ocupadas,retransmitía con frecuencia a través de la radio encendidas soflamas de carácter religiosoy la Semana Santa suponía, en este contexto, una evidente herramienta de “reevangelización” de un pueblo que, por si fuera poco, sufría pérdidas y estrecheces a consecuencia del conflicto.Con este ánimo se encarga, primero en 1937 y después en 1938,al Presbítero Aurelio Calvo (no he encontrado datos de este clérigo) la elaboración de un trabajo documental sobre la Semana Santa de la provincia de León para su posterior retransmisión en Radio León. Recorre el mencionado trabajo las manifestaciones religiosas de algunas(no todas)de las  localidades de la provincia: León, por supuesto, Astorga y Sahagún. Así de importante ha sido siempre nuestra Semana Santa. Este trabajo periodístico, por suerte, está digitalizado y se puede leer en su integridadtal y como lo dejó escrito su autor.

 

   Inicia su trabajo el Presbítero haciendo una breve reseña de nuestra Villa, de su fundación e importancia histórica, para pasar luego a describir de manera exhaustiva nuestra Semana Santa. En esta descripción se encuentra el dato relevante que viene a esclarecer, al menos en parte, el misterio al que venimos refiriéndonos: “Existe en poder de los Hermanos una Regla antigua de esta Cofradía, escrita en pergamino o cuero. La aprobación está otorgada por el maestro Fray Gregorio de Quintanilla, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica Abad del Monasterio Real de San Benito de la Villa de Sahagún y toda su abadía con propio y distinto territorio y Juez Ordinario en ella, de la Universidad de Salamanca, del Consejo de Su Majestad, etc. Tanto en el contenido de la Regla, como en el acta de aprobación, que va al final, no se ve la fecha, aunque al margen leemos el año 1649”.

 

  Fray Gregorio de Quintanilla fue elegido Abad del Monasterio (R. Escalona) en 1649 en una primera ocasión, siendo otra vez nombrado en 1661 hasta 1665, por lo que la fecha de aprobación concuerda con el mandato del Abad Quintanilla.

 

   Continúa el documento del Presbítero Calvo detallando algunos párrafos contenidos en  el Acta de Aprobación de la Regla fundacional: “habiendo visto y examinado esta Regla y capítulos hechos por los Cofrades de la Cofradía del Patriarca S. José y Jesús Nazareno de esta Villa de Sahagún nuevamente fundada y sita en la iglesia de San Laurencio de dicha Villa la aprobamos y damos por buena...”. En este punto hace una llamada y aclara cómo le fue facilitado el documento: “Este documento, así como algunos otros datos, nos han sido atentamente facilitados por un entusiasta y celoso sacerdote hijo de la Villa, a quien por ello quedamos sobremanera agradecidos” (fin de la llamada).

 

    El documento sigue con su relato de nuestras procesiones y tradiciones, las cuales son en su desarrollo, básicamente, las mismas que en la actualidad, y finaliza diciendo: “Los cultos que la antigua Hermandad de Jesús celebra durante el año, no finalizan en este día del Viernes Santo, sino que tienen su digno remate en la festividad del Patrono San José, la cual conmemoran los cofrades con grande solemnidad y fervor religioso. Precede una devota novena y el día de la fiesta tienen procesión, misa solemnísima y sermón en honra y loor al Santo Patriarca y padre del Divino Nazareno y Redentor Jesús. De ahí los títulos de la “Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Patrocinio de San José”. Poco después añade: “Dice la Santa Regla en el Capítulo 10: Item ordenamos que en el día de la festividad de Nuestro Patriarca San José, se hallen a la misa todos los Cofrades, y para que con más pureza se celebren, comulguen en ella todos por su orden, de dos en dos, comenzando los Oficiales.... y así sucesivamente como el nuestro Alcalde lo dispusiere... y el que no teniendo legítima causa, siendo avisado ocho días antes, dejare de comulgar, pague una libra de cera. Y si algún cofrade estuviese enfermo, sea avisado antes por el nuestro Mayordomo y Alcalde se disponga y recibirá el Santísimo Sacramento este día, conformándose en todo con su necesidad.- Ítem ordenamos que en este dicho día de la festividad de Nuestro Patriarca San José en que celebramos la fiesta principal, que las andas y la imagen de San José, insignias, estandartes y pendón se lleven por nuestros cofrades...” (Cap.11).

 

De todo lo anterior, por tanto, podemos colegir varias cosas:

 

    1.- Que en el año de 1649, a pesar de que pudiera existir con anterioridad, la Cofradía se refunda, y lo hace con el nombre que ha llegado hasta nuestros días: Cofradía de Jesús Nazareno y Patrocinio de San José. Así pues, podemos tomar esa fecha como la de inicio de la Cofradía tal y como la conocemos en la actualidad.

    2.-  Que en los años 30 del siglo pasado la Cofradía tenía en su poder la Regla fundacional y el Acta de Aprobación originales del año 1649, aunque el depositario de esos documentos fuera el sacerdote hijo de la Villa, que se los enseña al Presbítero Calvo.

    3.- Que como otras muchas cosas que han ocurrido en nuestro pueblo, esos documentos se han “extraviado” y hoy están en paradero desconocido. Una desgracia más que añadir a las muchas que, como pueblo, hemos sufrido durante nuestra historia.

   

    A la Cofradía le gustaría recuperar esos documentos, pero creo que será misión imposible.   

 

 

    Marzo 2014

 

                                                Alberto Gordo Castellanos

                                                Secretario de la Junta Directiva de la Cofradía de Jesús

                                                Nazareno y Patrocinio de San José  

SAHAGÚN EN 1752 (Primera Parte)

El siglo XVIII, conocido como “el siglo de las luces”, nos ha legado numerosos testimonios de su espíritu renovador y de su afán por el conocimiento del medio y la sociedad de su tiempo, aunque, de todos ellos, el Catastro de Ensenada ocupa un lugar de privilegio. Propuesto por el secretario de Hacienda de Fernando VI, el marqués de la Ensenada, este catastro tenía una clara finalidad fiscal. Con él se pretendía conocer los bienes y rentas de los habitantes de las 15.000 localidades que entonces integraban la Corona de Castilla y así fijar un único impuesto (en esencia, el antecedente del IRPF actual), aunque esa información es hoy, por encima de todo, una extraordinaria fuente para la Historia que permite reconstruir cómo eran las características de villas como Sahagún hace más de 270 años.

Las averiguaciones del catastro, como así se denominaron las preguntas generales que contenía, se llevaron a cabo en nuestra villa el 21 de febrero de 1752 bajo la intendencia de José Hidalgo Palacios, abogado de los Reales Consejos y Juez subdelegado del rey. Aunque constan varios declarantes, el documento alude como principales a Manuel Cabeza de Vaca, que por entonces era teniente alcalde de Sahagún y acudía al interrogatorio en sustitución del indispuesto alcalde mayor don Francisco María Valero; Juan Manuel de Torres, que ocupaba el cargo de procurador y vicario general de la villa y abadía de san Benito y, para dar fe de lo declarado, además de Andrés Ramos, notario de “Su Majestad”, estaba presente el secretario de número y ayuntamiento de Sahagún Juan Felipe y Godos. Así, tras el habitual juramento de verdad realizado con la señal de la cruz comenzaron las averiguaciones que hoy nos permiten reconstruir con numerosos datos la realidad de nuestra villa por aquellos años.

El caserío de Sahagún, que todavía mantenía sus cercas o murallas de tapial, estaba formado por 441 casas habitables que daban cobijo a sus 431 vecinos.

De ellos ochenta y nueve eran viudas, lo que representaba el 20,64% de la población total. Únicamente seis casas fueron declaradas como inhabitables y, al tratarse de un núcleo eminentemente urbano desde sus orígenes, solo constaba la existencia de dos casas de campo ocupadas por sendos habitantes que vivían fuera de la villa y a la vera de los ríos Cea y Valderaduey. Uno de ellos era Miguel del Villar, que vivía en la llamada casa de la alameda grande del Real Monasterio de san Benito, de la que estaba al cuidado, y el otro, llamado Bernardo Alonso, habitaba la casa de la ermita de Nuestra Señora del Puente. También se menciona la existencia de trece pobres de solemnidad, de entre los muchos “que andan de puerta en puerta” pidiendo limosna.

 

A esta población seglar de la villa debemos sumar los dieciocho clérigos presbíteros (seis de los cuales eran párrocos o vicarios perpetuos que atendían las parroquias de la villa), ochenta y ocho monjes que integraban el Monasterio benedictino de san Facundo y san Primitivo, la novicia y trece religiosas que componían el monasterio de santa Cruz y los cuarenta religiosos misioneros del convento de san Francisco, por lo que la población religiosa de Sahagún ascendía a un total de 160 individuos

La estampa urbana de Sahagún estaba dominada entonces por los citados conjuntos monásticos y las plazas abiertas en torno a las iglesias de san Lorenzo, san Tirso, la Santísima Trinidad, Santiago, san Martín, san Pedro y santa María la Nueva; pero también por la existencia de varios edificios civiles relevantes. Así, la villa contaba con una casa consistorial o Ayuntamiento, otra de carnicerías (fundamental para el control de los precios y abastecimiento de un producto tan importante y cuyo nombre aún mantiene nuestro callejero), una casa que servía como matadero y otra para el secado de la cera (el llamado “tendal de cera”). También consta la existencia de dos alhóndigas, edificios que servían para el almacenamiento y la compraventa del trigo y otros diversos productos de consumo, cuyo recuerdo aún está presente en el nombre de la calle homónima próxima a la parroquia de san Lorenzo. De la más importante de ellas, ubicada en el solar que hoy ocupa la casa parroquial, se conserva la fotografía que aquí reproducimos y que se corresponde con la alhóndiga que en 1557 había fundado el regidor de la villa Diego de Quevedo, tal y como rezaba la inscripción realizada en letra capital romana y situada en el dintel de la puerta de acceso.

Además, existían seis casas tenerías donde se curtían y trabajaban las pieles, que daban buena cuenta de la salud de la que aún gozaba este oficio menestral en nuestra villa.

Aunque eran muchas las gentes de la villa que se dedicaban al comercio, trato de mercancías y oficios de lo más variopinto, mayoritariamente comerciaban en sus casas propias o mediante la venta ambulante, de ahí que únicamente se registre la existencia de nueve tiendas, de las cuales cinco son calificadas expresamente como buhonerías. Así constan las de Manuela Martínez, Pablo Vacas, Miguel Feijo, Miguel del Barrio y Blas de Polvorinos, aunque la de este último también era especiería y cerería y vendía chocolate. Más especializadas eran la de Alonso Neches, que, en calidad de confitería, vendía dulces, chocolate y azúcar, o la cerería de Vicente Ramírez, dedicada en exclusiva a la venta de cera. La tienda de Santos de la Torre era, en cambio, la más versátil de todas, ya que además de ser joyería, especiería y confitería, también era lugar de venta de paños al por menor, hierro y acero.

Mucho se ha hablado de la fama tabernera de Sahagún, pero, más allá del tópico y de las referencias a la “reverendísima cuba” del monasterio, la villa no contaba en 1752 con ninguno de estos establecimientos, ya que, según la información recogida en estas averiguaciones, este era “lugar de cosecha” y los cosecheros vendían el vino en sus bodegas o casas particulares. Sí existían, en cambio, tres mesones, todos dotados de camas y abiertos a todo género de huéspedes: uno perteneciente al Monasterio y que administraba Froilán de Robles, otro que regentaba Francisco Gutiérrez Salazar y un tercero perteneciente a Luís Díez.

A estos establecimientos se sumaba la existencia de tres hospitales, espacios cuyo uso no estaba destinado exclusivamente a asistir a los enfermos, tal y como los concebimos actualmente, sino también para hospedar a peregrinos y desfavorecidos. El de san Andrés, nombre que recibía por correr a cargo de la cofradía homónima situada en la parroquia de san Martín, y el del Dulce Nombre de Jesús, que asistía a los vecinos pobres y enfermos con médico, cirujano y medicinas, se encontraban en el núcleo urbano de la villa. El tercero, también denominado “hospital de afuera” (situado en el solar junto al  camino de Santiago que aún hoy conocemos con el nombre de la “Huerta del Hospital”), era administrado por el monasterio de san Benito de Sahagún y, además de recoger a peregrinos pobres, servía en 1752 como panadería.

 

El escenario constructivo de Sahagún se completaba extramuros con los siete molinos harineros propiedad del monasterio de san Benito. Cinco de ellos, los llamados del quemadillo, del puente, del portal, de facundilla y del bocarón, estaban situados en la aún existente presa que pasa junto a la cerca de la villa y desemboca a la altura del puente canto y todos ellos eran de dos muelas salvo el del bocarón, que contaba con tres de estos artefactos. Los dos molinos restantes estaban en la presa abierta desde el río Cea hacia el término de Valdelaguna y ambos, conocidos como del Soto y del Hospital, estaban compuestos por dos muelas.

No eran estas las únicas infraestructuras molineras de la villa, pues en el casco de la villa y dentro de las casas de algunos vecinos también se declara la existencia de once molinos de aceite, pero sobre las actividades y rentas que percibían los vecinos de la villa de Sahagún por ellas hablaremos en la próxima entrega… (continuará)

Joaquín García Nistal

Profesor Titular de la Universidad de León

 

pies de figuras

Fig. 1.Sahagún a vista de dron (fotografía de Jorge Castrillo Felipe)

Fig. 2.Alhóndiga de Sahagún fundada en 1557 por Diego de Quevedo.

Fig. 3. Restos del antiguo Hospital de afuera, el único extramuros de los tres con los que contaba Sahagún en 1752.

L@S DE MANTENIMIENTO

 

JUEGOS Y REMEMBRANZAS

Corríamos, corríamos sin freno

las calles, aún de tierra apelmazada,

eran las autopistas del futuro

esperando, feroz, entre las puertas

que a nuestro paso, en breve, se abrirían..

 

Pero entonces corríamos al juego,

la libertad aguardaba en las plazas

en las eras silvestres y en las ruinas

de tanto patrimonio devastado.

 

Jugábamos sin freno en San Martín

o entre el rellano altivo en San Juan

y la alta Trinidad casi caída,

donde con arandelas de papel,

lanzadas con la ayuda de una piedra,

cazábamos vencejos aturdidos

para después soltarlos a los cielos.

 

Un día inesperado decidimos

acudir de noche al cementerio.

Como ánimas en pena y en silencio

nos fuimos acercando y, de pronto,

¡zas!, una piedra golpeó en el latón

de la puerta y el pánico cundió.

Alguien se rezagó y subiendo al puente

lanzó el certero canto dispersando

al grupo con el miedo en las entrañas.

 

Las eras esperaban tras las vías

donde nos entregábamos a ritos

previsibles; carreras, volatines,

policías, perdidos en un tiempo

detenido que entonces no sabías

que allí te esperaría para siempre.

 

José Luna Borge
Sevilla, 24 de febrero de 2023
(Nexo nº XV)

 

 

 

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