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Estatua Fray Bernardino

 

Celebro muy de veras la sensibilidad del Ayuntamiento de Sahagún, que se dispone a conmemorar cumplidamente el centenario de uno de sus hijos más ilustres. Me estoy refiriendo, claro está, al quinto centenario del nacimiento del franciscano fray Bernardino de Sahagún. En 1940 otro fraile, esta vez agustino, el padre Casiano García, reprocha a los alcaldes de Sahagún, que lo fueron en ese año Julio Cuenca de la Red y Antonio Mantilla Alcántara, que fray Bernardino no tuviera ni una calle en su villa natal. Repitió el reproche en su libro "Leoneses en América", editado en 1946, siendo alcalde Julio Arroyo Pucheu. No podríamos formular semejante reproche al alcalde de hoy, a Marino Rodríguez, quien prepara para finales de septiembre del año en curso, un congreso internacional de gran resonancia sobre fray Bernardino de Sahagún y su tiempo. Este congreso, con participación de universidades y de sabios de primera línea de medio mundo, puede constituir un acontecimiento cultural que cierre con broche de oro el siglo veinte en Sahagún.
Pero el olvido del sahagunense Bernardino de Ribera, del antropólogo y misionero fray Bernardino de Sahagún, ya había sido subsanado, al menos en parte, con el homenaje que le tributó la provincia de León, en 1966, dentro del programa del VI Día de las Comarcas Leonesas.
Bajo auspicios de la Diputación Provincial, esta celebración arrancó unos años antes, en la Montaña de Boñar y siguió por Maragatería y otras comarcas de León. Pretendía la Diputación exaltar valores y significados de esa rica variedad que configura el mosaico de las comarcas leonesas. Y en 1966, del 5 al 11 de junio, le tocó el turno a Sahagún y su comarca, centrando varios de los actos en la figura y la obra de fray Bernardino y obviando así cualquier preterición de tan esclarecido hijo de la villa.
De esas jornadas comarcales de 1966 data la colocación de la estatua de fray Bernardino de Sahagún que se levanta hoy frente a las oficinas de Caja España, en la remozada plaza donde confluyen la Avenida de la Constitución y la callecita de los Informantes, de los aborígenes que ayudaron al fraile sahagunense en la búsqueda de datos y documentación para su obra. Vamos a recordar como fueron aquellos episodios sahagunenses de cuando pusieron la estatua de fray Bernardino. (Personalmente, vuelvo con nostalgia a las calendas de junio de 1966, porque corrían las vísperas de mi traslado de la capital leonesa a otras latitudes e hice sobre Sahagún algunas de mis últimas crónicas para el Diario de León).
Era, a la sazón, alcalde de la villa el notario Tomás Sobrino Álvarez, asturiano de nacencia y de pro. Había sustituido en la alcaldía a Silvio Alaíz Franco y fue sustituido después por Eusebio González Mayorga.
Por aquí, por Sahagún, aparecieron los prohombres de la época, el gobernador civil, Luis Ameijide Aguiar, el presidente de la Diputación, Antonio del Valle Menéndez, el subjefe provincial del Movimiento, Horacio Martín Gutiérrez, etc. También vino José Martínez Llamazares, alcalde de León y natural de Villada, hombre bienquisto y de muchas amistades en Sahagún. No se dejó ver, en cambio, el obispo de León, Luis Almarcha, si bien, en su lugar, vistió los ornamentos pontificales el abad mitrado de la Trapa de Venta de Baños, don Buenaventura Ramos Caballero, nacido en Villamuñío, en la comarca de Sahagún.
El programa arrancó el 5 de junio y en un concurso agropecuario, fueron distinguidos con los principales premios hombres en pleno apogeo, como Baltasar Torbado, de San Pedro de las Dueñas, Mariano Martínez Infante, Nicolás Tocino y Julio del Corral Font, de Sahagún. Sobre el entonces muy en boga Plan de Tierra de Campos pronunció una conferencia el gerente del mismo plan, Federico Muñoz Durán.
La celebración del VI Día de las Comarcas Leonesas en Sahagún tuvo su reina, Josefina Martínez Retuerto, acompañada de una brillante corte de honor, que integraban las señoritas sahagunenses Carmelina de Alaíz Hidalgo, Mari Carmen Esgueva Cid, Mari Carmen Martínez Cardeñoso, Pilar Conde Güiles, Juanita Rodríguez Alaíz, Maria Carmen Madrigal Devesa, Begoña González Luna y María del Pilar Hidalgo Bermejo. Todas resplandecientes, todas de blanco lo mismo para las liturgias de la iglesia de San Tirso que para los actos profanos del Cine Ideal, los del Ayuntamiento, los del Casino y los que hubo al aire libre. La reina llevaba diadema y una medalla que le entregó el presidente de la Diputación y las damas de honor portaban obsequios de ceremonia. En alguna oportunidad debieron cubrirse con ropas de abrigo, como en el paseo que, a las once de la noche del día 10, dieron desde el Ayuntamiento hasta la velada poética del Cine Ideal, pues hacía mucho frío y había llovido horas antes.
Actuó como mantenedor de las jornadas literarias el periodista y crítico literario Dámaso Santos, el cual pronunció esta frase: "Serán los ojos de la reina y de sus damas de honor los que, llenos de esperanza, presenciarán el progreso de la Tierra de Campos". La verdad es que no se si acertó Dámaso Santos. nacido en Villamañan y aupado a las altas esferas de la literatura en Madrid. No sé si los ojos de Josefina y los de su corte de honor han seguido mirando a los campos de Sahagún o contemplan otros paisajes. Y pongo en duda, desde luego, el progreso de la Tierra de Campos.
El primer premio de pintura, entre casi sesenta cuadros, se lo dieron a uno titulado "La despoblación", del que era autor Francisco Rodríguez, de Salamanca. En el cuadro aparece un pueblo con las casas medio caídas y sin nadie en las calles. El premio estaba dotado con medalla de oro y 30.000 pesetas.
Con el certamen de poesía ocurrió una anécdota muy chusca. El primer premio, de 25.000 pesetas, fue concedido al corpulento poeta Luis López Anglada, capitán de hombres y de versos, residente en Madrid, por un libro titulado "En un lugar del corazón".
Abiertas las plicas de dos accésits de 3.000 pesetas cada uno, resultaron corresponder a Gaspar Moisés Gómez, residente en León, y a José Joaquín González Cuenca, nacido en Sahagún. Mas hete aquí que este último hacía constar que, caso de no conseguir el primer premio, renunciaba al accésit que le pudieran otorgar. Con tal argumento, el jurado adoptó la sentencia salomónica de acumular la cuantía de los dos accésits a nombre de Gaspar Moisés Gómez por un monto total de 6.000 pesetas. González Cuenca presentó un libro titulado "Seis poemas de homenaje a los hombres y a las cosas de Sahagún", bajo el lema de "La villa desnuda". López Anglada ni se enteró y siguió preparando madrigales para la reina y las damas.
El homenaje a fray Bernardino de Sahagún comenzó el día 10 de junio en el paraninfo de la Facultad de Veterinaria de León.
Primeramente pronunció una conferencia magistral Ciriaco Pérez Bustamante, catedrático de la Universidad de Madrid y rector magnífico de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Ante las autoridades académicas de León, el Sr. Pérez Bustamante glosó la figura de fray Bernardino como evangelizador de la Nueva España.
El igualmente catedrático de la Universidad de Madrid y a la vez director del Seminario de Estudios Americanistas, Manuel Ballesteros Gaibrois, expuso un detallado estudio sobre la "Historia de las cosas de la Nueva España", la obra fundamental de fray Bernardino de Sahagún a la que consideró como monumento básico y documento antropológico indispensable para conocer la cultura y la civilización mexicanas.
La jornada del día 11, que era sábado de mercado, comenzó con una misa en la iglesia facundina de San Tirso, que ofició don Buenaventura Ramos Caballero, seguida de la inauguración de la biblioteca municipal, situada detrás del Ayuntamiento.
Ese día, y en piedra, volvió a Sahagún fray Bernardino, tras más de cuatrocientos años de andanzas por México quedó alzada a las cinco de la tarde. Costeada a expensas de la Diputación Provincial de León, es de piedra de Boñar y lleva la inscripción siguiente:
FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN. SAHAGÚN 1499-MÉJICO 1590 MISIONERO Y EDUCADOR DE PUEBLOS; PADRE DE LA ANTROPOLOGÍA DEL NUEVO MUNDO. DIA DE LAS COMARCAS LEONESAS 11 DE JUNIO DE 1966/ LA PROVINCIA DE LEÓN A FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN. SAHAGÚN XI-VI-MCMLXVI.
El monumento fue bendecido por el abad trapense de Villamuñío, que se caló la mitra, capisayos y demás adminículos sagrados ante una gran cantidad de sahagunenses fiesteros, enfervorizados y aplaudidores. Estaban allí, entre los asistentes, dos de los autores de la estatua, Valentín Yugueros y Laureano Villanueva, noveles de edad y tarea, pero consagrados con esa obra. Por encontrarse en la mili y a consecuencia de haberle negado el oportuno permiso sus jefes, no pudo asistir el tercero de los escultores, José Ajenjo Vega, natural de Villacintor, pupilo de aquellas en el taller leonés del famoso escultor Víctor de los Ríos y reciente restaurador del retablo del altar mayor de Calzadilla de los Hermanillos y de la talla de la Virgen de Perales en Bercianos del Camino.
Desde la balconada del Casino, forrada con una larguísima bandera de España, y ante la estatua de fray Bernardino de Sahagún hubo aclamaciones de circunstancias, discursos campanudos y no campanudos. En la balconada refulgía el ejército blanco de Josefina Martínez Retuerto y su corte de honor.
Autor: Félix Pacho Reyero. (Diario de León 1999)

Rogelio Herques Ibarreta

http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/rogelio-herques-ibarreta-escritor-y-excomulgado-fratricida-y-suicida_124119.html

 

Quién murió el último? Cuestiones acerca del proceso de un testamento. La historia de la supuesta maldad de un hermano y su terrible castigo en Montecarlo. Los testamentos de Robustiano Herques y su esposa Ana de Rivas Herques, que fueron presentados ayer por los albaceas testamentarios, Hermanos Coudert,  ante el Tribunal de Sucesiones, constituyen el acto de clausura de una tragedia representada en marzo en Montecarlo. Ambos testadores, que residieron durante mucho tiempo en esta ciudad, encontraron la muerte a manos del hermano del marido quien posteriormente se suicidó. Hace aproximadamente 12 años, Robustiano de Herques y su hermano más pequeño eran socios en un negocio de comisiones en la calle Pearl en esta ciudad, herencia de su padre. Rogelio tenía 19 años y no tenía experiencia en los negocios, se dice que cedió a Robustiano el control total de los asuntos de la empresa. La suerte cambió y llegó la ruina y, como resultado, Rogelio, cuya fortuna íntegra se basaba en los beneficios del negocio, quedó en la ruina. El golpe, que tan fuertemente sacudió al hermano más joven, no afectó seriamente a Robustiano quien, a través de otras inversiones, logró acumular una fortuna. Debido a esto, Rogelio consideró una desalmada crueldad el que su rico hermano asumiera solo la mitad de las pérdidas y cargos, aprovechándose de la juventud e inexperiencia para defender sus propios intereses.  En varias ocasiones le recordó a Robustiano que tenía la obligación moral de ayudarle, pero Robustiano hizo oídos sordos a sus ruegos. La idea de que su hermano le había tratado injustamente fue creciendo en Rogelio hasta que, según dicen los abogados del caso, le obsesionó y siguió a Robustiano de un lugar a otro, amenazando con matarlo a menos que le restituyera lo que él consideraba que era suyo. No hay distancia demasiado grande que no pueda acortar el joven en su persecución. Una vez persiguió a Robustiano y a su esposa a bordo de un vapor francés y

Mausoleo Herques en Sahagún

el primer día les sorprendió al aparecer repentinamente delante de ellos en el salón. Durante el viaje a Le Havre continuó con sus amenazas de venganza, tanto que Robustiano temía permanecer en cubierta después de  atardecer. Hace cinco años intentó disparar a su hermano sin consecuencias y fue detenido por la policía. Tras prometer que  desistiría de  sus proyectos asesinos se aseguró su liberación, pero volvió a molestar a su hermano de la forma habitual. Como había hecho en otras ocasiones anteriormente, Robustiano y su esposa dejaron secretamente Europa hace tres años esperando deshacerse de su molesto hermano. Fueron a Montecarlo y se instalaron en una magnífica villa que, en honor a su esposa, llamaron Villa Anita. Durante más de dos años vivieron allí felizmente, sin las apariciones de su malvado hermano. Ellos ya le habían olvidado cuando un día un caballero llamó y presentó al mayordomo una tarjeta con el nombre de Rogelio Herques. Fue recibido pero no se le permitió alojarse en la villa. Aunque residía en un hotel cercano, visitaba con frecuencia la casa de su hermano y a menudo cenaba allí. No hizo en principio referencia a los viejos problemas, pero pocos días antes de la terrible tragedia él volvió al viejo tema y, se cuenta, que eran frecuentes fuertes discusiones entre los hermanos. Fue durante una de esas riñas en la mesa cuando ocurrió la tragedia. Los hermanos Coudert obtuvieron una descripción de ella a través de sus agentes en París. Una criada de la familia Herques dice que, mientras esperaba en la mesa, vio cómo Rogelio sacaba dos revólveres de sus bolsillos y los deslizaba debajo del mantel. Eso la asustó tanto que se le cayó el plato de comida y corrió aterrorizada a la cocina. El dueño, desconociendo la causa de su actitud, la siguió y ella le contó todo lo que había visto.

Con la intención de tranquilizarla, le dijo que no se preocupara por lo de los revólveres ya que su hermano para volver a su hotel tenía que atravesar calles solitarias y necesitaría un arma para su protección. Entonces Robustiano volvió a la mesa y cuando estaba a punto de sentarse, la chica dijo que vio cómo Rogelio apuntaba a su hermano y oyó el disparo seguido de los lamentos de la Sra. Herques. La criada salió corriendo de la casa para avisar a los vecinos y mientras pasaba por una ventana oyó otros disparos. Cuando ella volvió con algunos vecinos, la Sra. Herques y su esposo yacían muertos en el suelo. Los Srs. Herques tenían disparos  en la frente y Rogelio un orificio de bala en cada sien. El respiraba todavía cuando los vecinos llegaron y tenía  un revólver en cada mano. Se deduce de esto que él colocó un revólver en cada sien y apretó los gatillos simultáneamente. Respecto a lo considerado por los agentes de los albaceas que visitaron Monte Carlo la fatal disputa surgió por el hecho de que Robustiano había hecho testamento a favor de su esposa, acabando así con todas las posibilidades de su hermano de recuperar sus supuestos derechos. Por el testamento de la Sra, Herques su marido es nombrado heredero universal de sus 200.00$ de los cuales ella tenía el usufructo mientras viviera. Como ambos testadores habían muerto, y en extraordinarias circunstancias, surge una cuestión de gran importancia para los herederos naturales de ambos ¿quién murió el último? El Sr. Herques estaba fuertemente endeudado y se cree que ni siquiera con las propiedades de su esposa sería suficiente para  satisfacer a los acreedores, así que los herederos de su parte no conseguirían nada ni siquiera si pudiera demostrarse que él fue el último en expirar. Los hermanos Coudert dicen que se puede demostrar positivamente que el Sr. Herques murió primero, y que la cuestión de la supervivencia puede ser fácilmente establecida. Sus herederos son su madre, Inocencia Navas de Herques y su hermana Luisa de Herques y Navas que viven en Madrid, España. Los Srs. Olcoz, Mestre y González se encargan de los intereses de los herederos de la Sra. Herques. Estos últimos son seis sobrinos y sobrinas, hijos de Ramón y Manuel de Rivas que viven en esta ciudad”.18.10.1888 – The New York Times - (Traducido del inglés por Piedad Luna Tovar)

LA POSGUERRA III

Volvemos a Sahagún por tercera y última vez para hablar de la vida cotidiana en la posguerra de la Tierra de Campos, para hablar en definitiva de la infancia y juventud de mis padres.

Mis abuelos paternos se llamaban Gerardo, de ahí mi nombre, (1891-1959) y Eustasia (1894-1959), ambos murieron antes de mi nacimiento. Mi padre nació en 1931 y era el segundo más joven de los hermanos. Fueron nueve hermanos, pero tres murieron de pequeños y una murió con 26 años a causa de la mala alimentación que recibía estando sirviendo en Madrid.

En el pueblo había una escuela grande con siete clases (4 para niñas y 3 para niños) y había otra clase para niños en otro edificio detrás del Ayuntamiento, donde ahora está situado el Ambulatorio, ahí iba mi padre. No tenían libros y la enseñanza se basaba en las explicaciones del maestro, tomaban notas, hacían dictados y trabajaban mucho el Catecismo.

Dejó la escuela a los 13 años y ya se puso a trabajar en el campo (como ya expliqué en otro artículo las faenas agrarias ahora no me extenderé). La parte más dura del año era “hacer el verano”, es decir, la época de la cosecha. Se segaba con una cosechadora, no a mano, las gavillas de espigas se amontonaban para luego acarrearlas hasta las eras. Allí se trillaba la mies para separar el grano de la paja, se aventaba y el grano limpio se ensacaba y almacenaba. Estas operaciones duraban los meses de julio y agosto, 60 días de trabajo ininterrumpido y sólo dos fiestas para descansar, el 25 de julio (día de Santiago) y el 15 de agosto (festividad de la Virgen que aún se celebra en muchos pueblos de España, pero sin su motivación original), se solía dormir al raso en el campo una media de 4 ó 5 horas diarias.

De mediados de septiembre a finales de octubre se dedicaban a la vendimia de los viñedos (allí llamados majuelos), trabajaban hombres, mujeres y adolescentes de ambos sexos. Se trabajaba de sol a sol por un jornal de 14 pesetas, los que llevaban la uva a los carros en cestos ganaban algo más.

De noviembre a junio, pasada la vendimia, se seguía trabajando en las viñas alumbrándolas (escarbar la tierra), sulfatándolas y podándolas; esta última operación era muy delicada y de ella dependía la cosecha del año siguiente. Mi abuelo era experto en ello y le enseñó a mi padre.

En cuanto a las diversiones, además del baile y los paseos en el caso de las mujeres, los hombres iban después de comer al café cuando el trabajo lo permitía. Se entregaban los jornales en casa y le daban a mi padre una propina de 15 ptas. para toda la semana. Un café costaba 6 reales (1,50 pts.), una entrada de cine 6 pts. y una entrada al baile 3 pts. Si iba con una chica al cine gastaba 12 ptas. y le quedaban 3 para toda la semana. Por eso había que ser hábil en los juegos de cartas para que el café saliera gratis y no estar de mirón, se jugaba a la brisca, al tute y al tute subastado.

    Algunos de los chavales se encuadraban en Falange y otros en los Requetés (de origen carlista), cada unos tenían su propio local donde reunirse, los primeros iban de uniforme azul y los segundos de color caqui y boina roja. A veces se peleaban entre ellos y, cuando iban los domingos a misa, iban en formación y los chicos con unos fusiles de madera al hombro.

En una ocasión, estuvo Franco en León (1947 ó 1948), y pusieron trenes gratis para ir a verle y dieron 10 pesetas por persona para la merienda. Mi padre fue con un amigo para aprovechar y ver a su hermana Toli que estaba sirviendo allí. Lo que más recuerda mi padre es el discurso de Serrano Súñer (cuñado y mano derecha del General), Franco sólo salió un momento a saludar al balcón.

A partir de 1956 su hermano mayor, Paco, se vino a Barcelona de mano de un policía secreta nacido cerca de Sahagún, y fue llevando a toda la familia. Mi padre se casó con mi madre en 1960 y se la trajo a Barcelona, pero eso ya es otra historia.

Autor: Gerardo Guaza González. (La Voz de Castelldefels 04.2008)

 

LA POSGUERRA II

El mes pasado dejamos a mi madre ayudando en las tareas de la casa y a sus hermanos en las tareas agrícolas a muy temprana edad. Ahora continuaremos con otros aspectos de la vida cotidiana en la posguerra.

En el año 1952 se instala en el pueblo una industria de fabricación de galletas denominada popularmente “la galletera”, fue un tímido intento de potenciar el sector secundario, ya que mi madre trabajó en ella desde que se abrió hasta el año 1955, fecha en que la citada industria desapareció. Así que el pueblo volvió a vivir de la agricultura y ganadería y del pequeño comercio como siempre (sectores primario y terciario).

Mientras trabajó en la fábrica siguió ayudando en casa, ya que las hermanas mayores se iban casando y abandonando el hogar familiar, de todas formas mi abuela las siguió ayudando después de casadas ahorrando como podía. El poder adquisitivo de los salarios era bajo, aunque ahora tampoco estamos para tirar cohetes.

La dieta consistía en un desayuno (sopas de ajo o leche con pan migado), en una comida a base de cocido de garbanzos (sopa, garbanzos, carne, tocino, chorizo, etc.) y la cena se componía de sopa de ajo o legumbres y pescado (jurel, sardina, palometa, etc.). Los domingos como algo especial se podía comer un arroz negro con calamares (el marisco no se había inventado todavía). También se comían huevos, jamón serrano, queso de oveja y productos de las huertas que se cultivaban a orillas del río Cea.

En cuanto a las diversiones el fin de semana largo consistía en el domingo y el que criaba ganado ni eso, trabajaba todos los días. El domingo la gente se arreglaba lo mejor que podía (si se moría un familiar cercano el luto duraba tres años) y se iba a misa de 12, al salir de misa había un baile que llamaban “del vermut” de 13 a 14 horas, pero era para gente más bien acomodada. El baile multitudinario era de 20 a 23 horas en una sala que se llamaba “La Pista”, antes del baile se paseaba un rato por la plaza del pueblo.
           
En la Fiesta Mayor de San Juan de Sahagún (12 de junio) se hacían los encierros de los toros, había las correspondientes fiestas taurinas, concursos de pelota en el frontón, fuegos artificiales, atracciones y cucañas para los niños, carreras de cintas, verbenas con orquesta en la plaza, etc. Los carnavales también se celebraban, pero no se podía ir con la cara cubierta.

Volviendo al aspecto económico existía una cartilla de racionamiento para los productos básicos: Pan, aceite, azúcar, arroz, legumbres, etc. Había que ir al Ayuntamiento a buscar un cupón mensual que iba en función del número de personas que integraban la familia. Si la familia producía algún producto racionado éste no se compraba y se cambiaba por otra cosa, por ejemplo, azúcar; o se vendía, como ocurría con el tabaco que no se consumía (ya que los varones mayores de 18 años tenían derecho a unas cajetillas al mes), a un precio superior al tasado. Lógicamente estaba prohibido.

El llamado estraperlo consistía en eso, vender productos del racionamiento a terceras personas por un precio muy superior. Había muchas personas que vivían de esto comerciando ilegalmente a cierta escala de unos lugares a otros, la Guardia Civil se encargaba de evitarlo, aunque en algunas ocasiones hacían la vista gorda.

En el próximo artículo cerraré este ciclo de la posguerra añadiendo algunos aspectos desde el punto de vista de mi padre.

Autor: Gerardo Guaza González (La Voz de Castelldefels 03.2008)

 

LA POSGUERRA I

 

Voy a intentar explicar la vida cotidiana de la posguerra desde el punto de vista de mi madre. La acción transcurre en un pueblo de Tierra de Campos llamado Sahagún, perteneciente a la provincia de León, casi fronterizo de las provincias de Valladolid y Palencia.

Mis abuelos maternos se llamaban Fermín (1998-1968) y Emiliana (1902-1982), mi madre nació en 1934 y era la segunda más joven de los siete hermanos que sobrevivieron (dos hombres y cinco mujeres). Mi abuela tuvo dos abortos y una niña que se llamaba como mi madre que murió a los ocho meses, la mortandad infantil era muy elevada en aquella época.

Mi abuelo era ganadero de ovejas y, antes de que naciera mi madre, existía cierta pujanza económica en la casa familiar. Se vendía la lana de las ovejas, parte de los corderos que nacían y se fabricaba un queso que tenía prestigio en el pueblo y alrededores.

En 1930 y por un problema del arrendamiento de unos pastos mi abuelo, sin pensarlo mucho, vendió el rebaño de ovejas y compró un rebaño de vacas. De las vacas se obtenía la leche y la venta de los terneros, pero el negocio era menos beneficioso que el de las ovejas. Para complementar los ingresos arrendó unas tierras para sembrar forraje para las vacas, trigo, legumbres, etc.

Así que cuando vino mi madre al mundo la holganza económica de la familia no era tanta como antes. Cuando llegó la guerra fraticida mi madre tenía entre dos y cinco años, así que no recuerda prácticamente nada. Era zona nacional y lo único que le contó mi abuela era que veían pasar aviones y se escondían en las casas, pero pasaban de largo y no hubo combates ni aéreos ni terrestres en la zona.

Pasó una infancia y juventud en plena posguerra, como decía su hermano mayor, Fermín, “el hambre pasa por delante de la puerta, pero no entra en casa”. Empezó a ir a la escuela en párvulos en un colegio de monjas, luego pasó a las escuelas nacionales. Allí una sola profesora daba clase a una veintena de niñas, el material escolar era una enciclopedia, una pizarra con sus tizas y un cuaderno con una plumilla que se mojaba en el tintero adosado al pupitre. Los consiguientes manchones en el cuaderno propiciaban golpes de regla en las uñas o pasar un rato de rodillas. Algunas tenían también un estuche de lápices de colores.

Las niñas de más recursos tenían un cabás para llevar las cosas que consistía en una caja de cartón forrado con un asa y con un cierre para sujetar la parte superior que hacía de tapa, mi madre y otras compañeras usaban una bolsa de tela que les hacían sus madres. Otra anécdota es que cuando salían al patio algunas se iban a los huertos próximos a ver si había alguna cosa comestible, cuando eso ocurría se les iba el santo al cielo y llegaban tarde a clase, eso causaba el mismo castigo que los manchones de tinta.

Mi madre tuvo que dejar la escuela a los doce años, ya que tenía que ayudar a su madre en las faenas domésticas y a sus dos hermanos en el trabajo del campo (quitar forraje en primavera, traer comida para las vacas cargando el peso sobre la espalda, etc.) En 1950 mi abuelo compró unos majuelos (viñedos) y mi madre iba a recoger los palos de las viñas cuando se podaban y a limpiar el forraje que crecía entre ellas.

En el artículo próximo os seguiré hablando de este tema que para mí resulta apasionante, hablaré de las diversiones y más temas económicos.

Autor: Gerardo Guaza González  (La Voz de Castelldefels 02.2008)

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