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Relato de una peregrina, sobre: la mente, el hombre  y el espíritu”

 

Decía Don Quijote a Sancho“la libertad, es uno de los mas preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar”

Permítanme presentarme así: Corren nuevos  tiempos y con ello nuevas costumbres o modas.  Soy una joven   bohemia y solitaria, porque el desamor ha hecho huella en mi corazón,  me encuentro deprimida y extraña. Creo, en mi propia religión, la que me hace sentir bien conmigo misma, en estos tiempos…  solo me gustaría pedir para los que no piensen como yo, el mismo respeto que yo tengo hacia ellos.

Vivo en  un mundo libre, siento con intensidad mis sentimientos y lucharé con fuerza para que mi corazón deje de oír el sonido del silencio.

Hoy me han despertado mis sueños, y me he encontrado con mi vieja amiga, la soledad. Camino entre las gentes para romper el hielo de mis pensamientos y apartar de mí el silencio, pero solo escucho el susurro de las gotas de lluvia que caen y van buscando su destino, miro en sus aguas cristalinas la esencia de la vida, que traspasa las fronteras de mis pensamientos.

Sentí, que algo espiritual me atraía.  Quería quitar las espinas  de las rosas rojas, para que no se duerma el amor en el olvido, mientras… mis pensamientos caminaban dando vueltas en mi cabeza, queriendo escuchar aun, los ecos de tu voz y sentir el calor de tus manos.

La lluvia seguía arreciando  y el viento arremolinaba el agua con fuerza chocando contra las paredes de barro de este pequeño pueblo, sus gentes se dirigían con prisa hacia sus casas y el sol se iba guardando bajo el cielo gris que descargaba su furia.

Las chimeneas dejaban salir el humo que se diluía sobre las tejas rojas de sus casas. El día daba paso a la noche,  entre ruido de hojas y ramas de los arboles, que el viento arrancaba con fuerza de sus troncos.

Mirando la noche a través de mi ventana, pesaba en la soledad que se había instalado en  los rincones de mi alma, ‘había perdido mi propia libertad,  era esclava de mi propio corazón’.

Al amanecer el día, comencé a contemplar la singular belleza que lucían las calles y plazas de este pequeño pueblo y comprendí que debía comenzar un nuevo camino.

Era una mañana limpia con un sol resplandeciente, donde se palpaba la calma y comprendí, que era el momento de conocer nuevos pueblos, nuevas gentes y disfrutar de la belleza oculta  de la naturaleza.

Comencé a caminar con mi mochila al hombro, para dirigirme a Santiago, era como un canto al amor, al pisar  los caminos verdes, que van haciendo los pies de los peregrinos que van a Compostela.  

Siguiendo esta vereda y pasados tres kilómetros llegué a la villa de Sahagún, alguien me comento que estaba en la mitad del camino. Me dispuse a descansar y hojear un pequeño libro, donde se orientaba de las cosas más importantes sobre la histórica Villa de Sahagún.                      

Al  llegar la noche, me aloje en una pequeña casa donde albergaban  peregrinos.  Tenía miedo a la oscuridad y por ello deje una luz tenue que proyectaba  una bombilla que colgaba del techo de la alcoba, seguí leyendo; ¡la historia  de Sahagún me fascinaba! estaba envuelta en una especie de aroma boreal, con olor a hierba seca y tierra mojada. Seguí leyendo…, era cuna de reyes, reinas y princesas, donde el Rey de las Españas, Alfonso VI, tuvo corte y palacio…, también tuvo universidad  y acuñó moneda propia…,estaba ilusionada con la apasionante historia de este pueblo, seguí y seguí leyendo, hasta que el sueño se apodero de mí, e hizo que desapareciera la oscuridad de la noche.

Al amanecer el nuevo día, sentí una enorme ansiedad por pisar sus calles y ver el arte que desprendían sus ladrillos y decidí pasar aquí unos días, para conocer un poco más su historia.

Comencé por visitar a la Peregrina más bella del camino: La Roldana de Sahagún.

Al contemplar su belleza, algo nuevo sintió mi corazón. Yo la miraba embelesada…y su rostro me transmitía una paz que nunca había sentido, una serena calma silenciosa donde se iban difuminando mis suspiros.

Mis  alas volvían a volar, mientras  el sol me rozaba con su lívida luz.

Abriré las puertas de mi corazón para que entres en él, Bella Roldana,

Dejaré mi soledad en el camino, tú serás siempre mi compañera de viaje.

Me dejaré peinar  por el viento y pisaré las piedras y los valles del camino, llevándote siempre en un rincón de mi pequeña casa, donde tu espíritu,  será mi refugio y donde mi corazón, llorará contigo.

Al despertar de mis pensamientos seguía descubriendo la belleza y los encantos de esta villa… me atraía conocer la vida pasada de este convento; desprendía olor a antigüedad y a cera derretida. Hojeando nuevamente este librito, leí, que un franciscano, se enamoró de esta imagen que vino desde Sevilla del taller de Luisa Roldana, para vivir en el convento de Sahagún.

Estaba ubicado en un alto, donde confluyen energías que emanan del interior de la tierra y que poseen poderes extraordinarios, un lugar mágico. En esta basílica pude observar que el centro donde convergen los brazos de la cúpula central, va perpendicular al centro de la cripta del altar mayor. Según las leyendas ancestrales colocándose debajo de ellos, tienen hechos curativos a través de rezos y súplicas, por las emanaciones que salen de la tierra.

Es realmente impresionante la carga de magia que tiene  este convento franciscano… quizás sus paredes guarden ese aroma a incienso  que dejaron las vidas que descansaron aquí en sus capillas, durante muchos siglos.                

Seguí paseando por las calles y plazas de la villa, quería palpar con mis manos y mis ojos el gran Cenobio Benedictino que aun se resiste a morir. Su vida se la dieron: Abades, Reyes y Papas, los tres poderes estaban sumamente unidos, la historia de este pueblo es tan impresionante, que convivían, musulmanes, judíos y cristianos en perfecta armonía, sin olvidarnos de las gentes que poblaron esta villa,  cada cual tenía su propia lengua. Alguien pensó… “haremos una torre de babel” con una cúpula abierta al cielo, donde solo haya una lengua, una religión y un pueblo, cobijados por un mismo cielo y dirigidos por los tres poderes, mientras sus gentes trabajan la tierra y el barro, para construir sus templos con esbeltas torres, que aun resisten el peso de los siglos,( como decía Federico García Lorca “el duende que levanta la torre de Sahagún”) porque los duendes nunca mueren, porque siempre se alimentan de historia, de arte y de recuerdos. Solo hay que mirar en la noche estrellada, cuando las ventanas de sus torres se iluminan, el pensamiento y la imaginación vuela hacia ella, donde se dan cita personajes encantados, fabricados por las sombras y las luces que proyecta el duende del barro que vive en  sus ladrillos.

Al volver a cargar mi mochila, despeje un poco mi pensamiento, mi corazón empezaba a llenarse de vida nueva,  me sentí atraída por la presencia de dos mirlos que cantaban enmarados por debajo de una fuente recubierta de hiedra y unas violetas que brotaban tímidamente en la hierba que recubría el suelo. Por un momento no sentía en mí, la soledad, ¡cuánta belleza me queda aún por descubrir!

Sin pensarlo, volví a echar una mirada al pasado glorioso de esta villa, tenía una enorme carga  de magnetismo, recordé que aun me faltan muchas cosas importantes, que descansan en esta tierra: ¿qué guardará el subsuelo de estas ruinas sublimes?...estoy pasando por debajo de este bellísimo arco de triunfo, era la entrada a la gran Basílica de san Benito, “el Cluny  de las Españas” donde albergaba joyas de valor incalculable, que el viento llevo con fuerza a diferentes lugares del mundo, como un bajo relieve de mármol que representa “La Virgen de Sahagún con Dios” que presidia el gran monasterio Benedictino, que se encuentra en el museo arqueológico de Madrid.

La custodia de Enrique de Arfe que labró para La Abadía de Sahagún en el año 1515 y que hoy es propiedad del pueblo de Sahagún, el cuadro de Francisco de Salcedo, que también alguien donó a éste pueblo y  que su autor, fue el asesor espiritual de Santa Teresa,  representa la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés ,donde la Santa se sintió embargada por una fuerza interior que la transformó, mientras rezaba el “Veni Creator”, hasta que ella sintió que Dios la pidió que no tuviera conversaciones con hombres, sino con ángeles. Lo dejó todo, para dedicarse enteramente a Dios y que ella lo denominó “desposorio Espiritual”.                                           

Después de un largo silencio me pregunte a mí misma, ¿Cómo es posible que mi mente, este envuelta en esta especie de atracción o magia, que  me hace pensar en la vida oculta de esta villa? Quizás sea porque mi espíritu es libre y mi corazón también, o quizás sea el efecto de la estela misteriosa que dejo Santiago, en su regreso desde Jerusalén a Compostela, para su descanso eterno.

Estoy mirando embelesada la belleza de este arco de triunfo, grandeza artística de esta villa, construida por Felipe Berrojo, y para que veamos aun mas grandeza, no hace muchos años cuando se le realizo una restauración apareció, una imagen de piedra tallada, que representaba a uno de los evangelistas, que se encontró en el interior de la pared de dicho arco, por esta circunstancia  fue recuperada de su oscuridad, y  hoy se expone en la iglesia de San Tirso. 

Seguí andando a la vez que miraba con ternura una imagen entrañable; había un anciano sentado en un banco del jardín, y vi como observaba el trabajo laborioso de dos golondrinas haciendo su nido en una de las paredes de la iglesia de San Tirso, resguardadas bajo techo del precioso pórtico de ésta iglesia. Mis sueños se estaban llenando de luz. El anciano, me invitó a que entrara para ver la belleza de su interior, por un momento, me quede prendada de su magia, es una iglesia rectangular de tres naves, con un exquisito gusto en la colocación  de sus ladrillos, haciendo  formas bellísimas que armonizan el templo, aquí se consigue ver, el románico mudéjar más bello y genuino de Sahagún. A  sus pies, un sarcófago con relieves laterales en piedra, que acoge los restos mortales de algún noble, según puede verse en el relieve que cubre su sepulcro.

Al salir de este templo, mi alegría era sublime, pues el silencio y la soledad me habían abandonado, me di cuenta que la vida sencilla de los hombres, está llena de belleza y bienestar, cuando dejas volar a tu espíritu y das libertad a tu corazón.

Sigo mi camino sin dejar de admirar la belleza de ésta torre, donde habitan los duendes, de tantos personajes nobles y reyes que descansan para siempre   en este templo.

Este lugar encantado, lleno de magia y misterio me hace perseguir mis sueños, pienso que la vida de los duendes, se bajan, desde la torre al subsuelo y resucitan… buscando aromas del pasado, y  palpan, la soledad en la que viven… los  objetos, las piezas rotas, llenas de polvo, de telarañas y de olvidos… entre trastos viejos, y tablas… y ladrillos de obra…, donde… podía verse, algún ángel con las alas rotas, marcos barrocos  semi-rotos y policromados, donde se veía tímidamente algún reflejo que asomaba del pan de oro que escondía  y  lienzos de grandes dimensiones, heridos por el paso del tiempo, llenos de suciedad y renegridos, quizás por solo recibir la caricia del humo de las velas, donde no se apreciaba la pintura, hasta que la luz, dio rienda suelta a la vida de sus iconos ,cargados de duende, pero los duendes… no hablan, ni lloran, solo duermen en el sueño de los justos, porque así, la sabiduría de los hombres de barro permanece intacta; los dioses nunca se equivocan, porque ellos siguen hablando, de lo atrevida que es la ignorancia,  por querer buscar la verdad en el conocimiento de las cosas, y así la verdad se va desvaneciendo lentamente.

Quizás, cuando vuelva a recorrer en mis sueños… otra vez el camino hacia Santiago, solo me acompañaran los duendes que  bajarán de su torre y darán la vida a sus iconos, ellos moverán la pintura, y el pueblo verá la carga de dramatismo que tienen sus iconos, verán  como acarician con los dedos el color bermellón  sobre el cuerpo de Jesús, a través del pigmento natural del veneciano. Porque seguirá el misterio, tapado por la verdad que descansa en el silencio.

Se va llenando el cielo de nubes y con ello vuelve la lluvia, es hora de regresar al albergue.

Seguí hojeando la pequeña guía, y aun tenía que ver, ¡El gran museo de los pasos! con grandes obras escultóricas de la escuela castellana y sevillana.  El Santo Sepulcro, que perteneció al Gran Cenobio Benedictino y que es una obra maestra de una gran belleza, digna herencia que San Benito dejo al pueblo de Sahagún.  

Se acercó a mí un buen hombre afable con pelo cano, que aparcaba allí su furgoneta y me ofreció la posibilidad de verlo, en su cara se veía reflejada el cariño y la pasión que él sentía por este museo. Él sin pensarlo más, me abrió las puertas de la capilla de Jesús, donde están expuestos los pasos y me enseño con verdadera pasión lo que allí había.

Mi espíritu rebosaba de alegría y comenzó a oriéntame sobre la Semana Santa. Allí estaba, El Nazareno, Jesús en el Gólgota, el Caballo de Longinos, el Descendimiento, las Tres Marías y el Cristo yacente, que después de quitarle los clavos se lo llevan ante la Virgen de la Soledad y lo introducen seguidamente en el Sepulcro, que es una urna de gran belleza.

Pude hablar unos minutos con este buen hombre y me dio unas pinceladas claras sobre la Semana Santa de Sahagún.

El jueves santo, es  emocionante ver salir de San Lorenzo  la preciosa Virgen de las Amarguras, vestida con manto negro que toca las flores blancas que lleva sobre sus pies y comienza a andar sobre los hombros de  las hermanas de “La vera Cruz

escuchando los acordes de la banda sinfónica de Sahagún.

Llega el Viernes Santo y con él, la ansiedad se apodera de las gentes por sacar a la luz del día, las bellas imágenes que recorren su pueblo, llenando de duende el aire que se respira en el ambiente.

Al amanecer después de llamar a la puerta de Jesús, el Abad, abre sus puertas y da comienzo la procesión de los “Pasos”.  Al atardecer, es la procesión del Santo Entierro, donde se ve, en la bellísima Urna el cuerpo martirizado y muerto de Jesús. Detrás camina La Virgen de la Soledad, acompañados por la banda sinfónica de Sahagún.

El jueves Santo y viernes santo, al llegar a la plaza, desde el balcón del pueblo la banda entona las dos preciosas obras que sus directores, los hermanos Blasco, compusieron para: “El Cristo de la Urna” y “ La Soledad”, Les acompañan un brillante tenor y una brillante soprano, en estas dos composiciones. No podemos olvidarnos de los preciosos versos hechos plegaria, que lanza al aire, la voz del actor de esta Villa, Javier Bermejo. A veces, la emoción supera al hombre a través de su espíritu.

Ésta Semana Santa, es para vivirla,  me comentó este buen hombre, me quede pensando sus palabras…y me despedí de él, agradeciéndole su exquisita amabilidad por el trato recibido. Al salir de este museo, admiré las dos bellas esculturas de bronce que representan a dos hermanos de la Cofradía de Jesús, tocando la trompa y el bombo anunciando así la pasión, que son obra del escultor de esta Villa Jesús Román.

Mi vida cambio en este viaje, había encontrado una forma de vivir en la cual era la dueña de escoger el camino, la paz, el amor y la amistad.  La vida está hecha de momentos, debemos guardar los buenos y aprender de los malos.

Espero poder ver este año las procesiones de la Semana Santa de Sahagún, porque dicen sus vecinos, que no hay nadie que vea esto y que sus ojos no se llenen de lágrimas.

Esta Villa donde su nombre se compone de dos santos, situada en Vía trajana, es tan hermosa que hasta las golondrinas hacen sus casas de barro en los pórticos de sus iglesias.  Situadas  en la mitad del camino, para que a los peregrinos les dé tiempo para escribir su diario, antes de comenzar a recorrer la otra mitad.

Los peregrinos del mundo, caminan solos con la mirada perdida en el infinito, contemplando la rosácea luz de un sol que se va, con una mirada agónica y triste.

El tiempo va desgastando sus vidas, dejando a su paso  sus  baúles llenos de muñecas rotas, o maletas llenas de manuscritos…o maletas vacías… cargadas de telarañas.

Rompiendo el barro de sus pies en el camino, en el mágico recorrido de su espíritu, de Jerusalén a Santiago.

Mientras el cielo les sonríe con el bello  sol, alumbrando los pueblos  solitarios que encuentran a su paso.

La luna, regalando su luz a los sueños  oscuros de peregrinos y caminantes. Las estrellas, que  dirigen su camino peinando los vientos del espacio, y haciendo oír la voz del barro en el olvido.

Creando  esa estela de luz para llegar a Fisterra, llamada “camino de las estrellas.

Lugar encantado donde el cielo besa a la tierra y donde el peregrino deja sus botas, para que el sol del amanecer, seque el sudor de su piel, para que sus pies de barro resistan con honor, el peso del tiempo que se va quedando en su mochila.

Y a los pies de Santiago termina mi viaje. Mi pensamiento comienza una vez más a vivir y a volver a soñar… volviendo a preguntarme otra vez ¿dónde termina la tierra y donde comienza el cielo?  La nueva vida, o la nada.

                                           Cándida Buiza Diez.(2016)

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