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Los monjes glotones

En principio, los monjes eran hombres entregados a una vida de gran austeridad, con prácticas como la castidad, el ayuno, la pobreza y diversas penitencias.

San Millán, Santo Toribio de Palencia y San Fructuoso, son algunos de aquellos primeros eremitas, fundadores de las distintas formas de entender la vida en los cenobios.

El tiempo trajo la relajación de las costumbres. Así sabemos que la mayoría de los obispos españoles en torno al año 400 estaban casados. El Papa Siricio en carta que envía al obispo de Tarragona Himerio les dice “que aunque sigan en tal estado, deben prescindir de las relaciones sexuales con sus esposas”. Ignoramos el caso que hicieron los obispos a esta sugerencia y cómo encajaron sus esposas la innovación impuesta por Su Santidad.

Se piensa que la vida del monje transcurría dentro de una serie de incomodidades, miserias e incluso hambre, pero no siempre ha sido así; al menos en el monasterio de Sahagún.

En 1779, los vecinos de Sahagún reunidos en Concejo, se quejan de la opresión que padecen por parte del abad del monasterio, esperando encontrar ayuda en las alturas.

En la exposición dirigida al Consejo de Castilla, la villa manifiesta hallarse “oprimida y aniquilada por el despotismo con que la trata el monasterio fundado en ella” (más que nada se referían a los impuestos).

Mientras los monjes conservaron la disciplina regular, mantuvieron con la villa la mejor armonía, pero luego que se aficionaron “a la buena vida”, los enfrentamientos fueron constantes. Entre otros vicios, los monjes se sentían tentados por la gula. Estaban lejos los tiempos en que aquellos enfermos que comían carne no podían comulgar.

Así aprovechaban cualquier oportunidad para hartarse de ricos y delicados manjares, mientras los habitantes de la villa pasaban hambre. Por ejemplo, el día de San Benito, que el año 1726 cayó en Cuaresma, se solemnizó con 53 libras de lamprea, 66 de congrio, 60 de merluza, dos barriles de ostras de Cambados, cuatro de truchas, aceitunas sevillanas, etc. El día de San Anselmo el menú consistió en ternera, cerdo, arroz azúcar y chocolate; pero cuando se tiró la casa por la ventana fue el 30 de noviembre de 1738: 103 libras de congrio, 80 de merluza, 3 barriles de aceitunas, 66 libras de barbos, 76 de truchas, dos arrobas de azúcar, orejones, almendras limones, manjar blanco, 70 pollos, 30 capones, 20 libras de manteca, dos terneras, 40 libras de queso, 66 de lengua y sesada, 12 barriles de ostras, 2 arrobas de chocolate, etc. Las crónicas no dicen cuánto bicarbonato hizo falta para facilitar la digestión de esta comilona, si bien está claro que los benditos monjes no guardaban la dieta de “Silueta y Salud”.

En el pleito planteado entre la villa y el monasterio, pierde la villa (no podía ser de otra manera, pues con la iglesia hemos topado). Así el Consejo en resolución  de 23 de marzo de 1789, condenó a los vecinos a pagar quince mil reales de costas, advirtiéndoles además, que en lo sucesivo se abstuvieran de dirigir expresiones injuriosas a personas tan respetables (yo diría tan “tragonas”) como los monjes.

Una vez más, la rebelión de los burgueses contra el opulento monasterio fue controlada. Sahagún que podía haberse convertido en un importantísimo centro comercial, quedó reducido desde entonces a simple pueblo agrícola.

 
 
 
 
 
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