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Milagros

En el año 1399 llegó a Sahagún un clérigo de la diócesis de Burgos llamado Juan Martínez de Balbas. Un año antes, el que sería famoso abad don Antón se había hecho cargo del gobierno del monasterio después de superar no pocos obstáculos.

Según la versión oficial de la Iglesia expresada en 1403 por el cardenal Guido obispo de Genestri, Juan Martínez “trabajaba sin cesar para convertir a los judíos a la fe católica, a quienes predicaba la palabra de Dios incansablemente” (6). En otras palabras, el de Balbas era un ardoroso predicador que buscaba la conversión de judíos. Pero su estilo no debía ser demasiado respetuoso hacia la población hebrea. Dice el testimonio del cardenal que, perseguido por los judíos, y por miedo a que le mataran, el citado clérigo vino en secreto a Sahagún y se refugió en el monasterio. Aquí estaba a salvo; nadie, y menos aún los judíos, podían tocarle. La inmunidad del monasterio garantizaba su seguridad.

Pero los judíos no estaban dispuestos a permitir veleidades de predicadores que podían traer trágicas consecuencias como las conocidas en el verano de 1391 en numerosas aljamas del reino. Y así, los judíos de Sahagún junto con algunos de sus “cómplices” (vecinos opuestos a los privilegios de inmunidad del monasterio) recurrieron al rey. El monarca ordenó entonces al abad que entregase al predicador a la justicia real; si el abad se negaba incurría en el “ira real y en acto de traición”. Además el rey ordenaba a los vecinos y autoridades de Sahagún que si el abad rehusaba entregar a Juan Martínez a la justicia real sustrajeran “fruto, ingreso y producto” de la abadía. La amenaza del rey era grave: daba licencia al saqueo.

El abad no esperó. Acudió a la corte y explicó al rey que legalmente no podía entregar al presbítero a la justicia real pues iría contra la inmunidad jurídica del monasterio. Este argumento convenció al Consejo Real, que exigió a cambio que el abad y otros tres destacados monjes del convento jurasen que pondrían al predicador en la cárcel del monasterio y lo mantendrían detenido allí. El abad, sin otra alternativa, prestó e hizo prestar a los tres monjes el juramento exigido por el Consejo. Seguidamente hizo recluir a Juan Martínez en las cárceles del monasterio “atado con cadenas en las manos y con grilletes en los pies”. Se había cumplido así la voluntad real y se satisfacía de algún modo a los agraviados, judíos y “cómplices”.

Una vez el predicador en prisión, nadie se atrevió “a abrir o romper las cadenas, grilletes o cárceles”; todo lo contrario, el prisionero fue custodiado con todo celo. Pero he aquí que, sin explicación terrenal posible, el preso “fue hallado libre de ataduras y alabando a Dios, y permaneció libre en el monasterio”. Juan Martínez de Balbas había sido liberado de cadenas y grilletes milagrosamente. …


En 1411 tiene lugar un interrogatorio o pesquisa (8) a testigos sobre los derechos de la abadía y, en su caso, sobre las causas o razones de esos derechos.

Entre estas últimas se encontraba la cuestión de la autenticidad, tanto del martirio de los santos patronos Facundo y Primitivo en las proximidades de Sahagún, como de la presencia de sus restos en el monasterio tal como defendía la propia abadía.

Habida cuenta de que la mayoría de los testigos interrogados, según certifica el escribano de la pesquisa, eran monjes, las respuestas, en su mayoría, asienten con la postura del monasterio en defensa de dicha autenticidad. Sin embargo hay otros que no están tan seguros, pues afirman que hay a ese respecto dos teorías: una, que los santos Mártires yacen en el monasterio, y otra, que yacen en Galicia cerca de “Orenes” (¿Orense?).

De entre todos, quizá el testimonio más interesante al respecto sea el de que un testigo de más de 70 años. Este anciano, posiblemente un monje (9), cuenta que vio al abad don Diego llevar en procesión al lugar cercano de San Andrés el arca donde se guardaban “las cabezas y los miembros principales” de san Facundo y san Primitivo (10). Una vez llegados a San Andrés, y supuestamente después de realizar lo que en tales romerías era costumbre, cuando los devotos quisieron retornar a Sahagún, no podían levantar el arca del suelo. El testigo del suceso relata que entonces el abad, monjes y todos los que allí estaban se postraron en oración y oyeron un sermón. A continuación se levantaron cuatro monjes “pequeños” (Nótese el calificativo que, relativo a la complexión física de los monjes, utiliza la fuente, y su significación en el contexto en el que emplea el suceso) y, cogiendo el arca, la alzaron y trajeron con gran devoción al monasterio (11).

Consideremos por un momento el contexto histórico en el que se produce el milagro. En primer lugar, teniendo en cuenta que el testigo tiene mas de 70 años, y que la fórmula notarial utilizada en la redacción de esta memoria oral es la de: (el testigo) “se acuerda de más de equis años”, si a la fecha de la pesquisa restamos la edad del testigo, concluimos que el año aproximado cuando tiene lugar el suceso es a partir de 1341. En 1348 ocurre la gran mortandad conocida como la Peste Negra, la cual afecta a Sahagún concretamente a partir del verano de ese mismo año (12). ¿Acaso la procesión tenía que ver con la peste? ¿Acaso ésta fue el tema del sermón? … Fuente: Evelio Martínez Liébana

Gracia concedida por La Virgen del Puente, a aquel otro hijo legendario de San Facundo, quien nacido en la Villa de ilustre cuna -aunque por rama bastarda- después de las revueltas de Sahagún por los años del imperio de doña Urraca de Castilla, militó algún tiempo en las mesnadas del Señor de Saldaña. Pero, harto ya de pelear y sin haber alcanzado medro alguno en su mesnadería, unióse a algunos bandidos que del latrocinio hacían profesión, hasta hacerse independiente luego en los ardides del pillaje, para gozar a solas del botín de sus asaltos. Tan sólo le quedaba de bueno en su vida a Ginés, el bandolero de Sahagún según la leyenda, un rayo de luz que él hacía expresivo poniendo, de vez en cuando, algún ramillete de flores silvestres y de amapolas a los pies de la Virgen del Puente. Hasta que, habiendo dado en manos de la justicia Ginés, milagrosamente se vio libre de morir decapitado, gracias a su arrepentimiento sincero y a la intervención de la Señora.(13) Fuente: Juan Manuel Cuenca Coloma. Sahagún Monasterio y Villa 1085-1985

(6) “…ad inducendum iudeos ad fidem catholicam insudabat eisque verbum Dei predicabat indefesse”: Madrid,Archivo Histórico Nacional (AHN), Clero, Sahagún, Carpeta 940, núm. 13 – JUSTINIANO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las Juderías de la provincia de León, León 1976, 375-376, doc. 40 (Colección “Fuentes y Estudios de Historia Leonesa”, 16)

(8) AHN, Clero, Sahagún, carp. 942, núm. 8

(9) Según el escribano que redacta la pesquisa, la mayoría de los testigos son monjes. AHN, Clero, Sahagún, carp.942, núm.8

(10) Este don Diego debió ser Don Diego II que gobernó el monasterio entre 1329 y 1357. En el momento de la pesquisa el arca con los restos de los santos mártires Facundo y Primitivo y Mancio se encontraba en la iglesia del monasterio, encima del altar mayor. El arca, de roble, había sido trasladada allí el 9 de junio de 1251 según Escalona (ESCALONA, Historia 234.) y en 1213 según Cuenca, quien añade que esto ocurrió “con asistencia de Alfonso VIII de Castillay de Alfonso IX de León”…”desde la iglesia antigua – dicha hasta entonces de San Mancio – a la basílica grande y nueva” (JUAN MANUEL CUENCA COLOMA, Sahagún. Monasterio y Villa, 1085-1985, Valladolid 1985,6)

(11)”… desde que allá fueran, cuando se quisieran tornar que la no pudieran levantar, y que el abad y los monjes y cuantos alli estaban que se echaran en oración e hiciesen sermón, y que entonces se levantaran cuatro monjes pequeños y la levantaran y la trajeran con grandevoción al monasterio”. AHN,Clero,Sahagún,carp,núm.8

(12) EVELIO MARTÍNEZ LIÉBANA, Muerte y miseria en el Sahagún medieval: TIERRAS DE LEÓN, 87 y 88, 1992, 164.

PROA. Diario de León, 29 de julio de 1965. Artículo firmado por JUVER, del que tomamos la nota y que pormenoriza en el hecho, diciéndonos de cómo, obrado el prodigio, Ginés se hizo peregrino por las rutas del señor Sant Yago, dedicándose luego en los servicios más humildes de los romeros a Compostela, a quienes antes él había saqueado.

 

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