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LA POSGUERRA II

El mes pasado dejamos a mi madre ayudando en las tareas de la casa y a sus hermanos en las tareas agrícolas a muy temprana edad. Ahora continuaremos con otros aspectos de la vida cotidiana en la posguerra.

En el año 1952 se instala en el pueblo una industria de fabricación de galletas denominada popularmente “la galletera”, fue un tímido intento de potenciar el sector secundario, ya que mi madre trabajó en ella desde que se abrió hasta el año 1955, fecha en que la citada industria desapareció. Así que el pueblo volvió a vivir de la agricultura y ganadería y del pequeño comercio como siempre (sectores primario y terciario).

Mientras trabajó en la fábrica siguió ayudando en casa, ya que las hermanas mayores se iban casando y abandonando el hogar familiar, de todas formas mi abuela las siguió ayudando después de casadas ahorrando como podía. El poder adquisitivo de los salarios era bajo, aunque ahora tampoco estamos para tirar cohetes.

La dieta consistía en un desayuno (sopas de ajo o leche con pan migado), en una comida a base de cocido de garbanzos (sopa, garbanzos, carne, tocino, chorizo, etc.) y la cena se componía de sopa de ajo o legumbres y pescado (jurel, sardina, palometa, etc.). Los domingos como algo especial se podía comer un arroz negro con calamares (el marisco no se había inventado todavía). También se comían huevos, jamón serrano, queso de oveja y productos de las huertas que se cultivaban a orillas del río Cea.

En cuanto a las diversiones el fin de semana largo consistía en el domingo y el que criaba ganado ni eso, trabajaba todos los días. El domingo la gente se arreglaba lo mejor que podía (si se moría un familiar cercano el luto duraba tres años) y se iba a misa de 12, al salir de misa había un baile que llamaban “del vermut” de 13 a 14 horas, pero era para gente más bien acomodada. El baile multitudinario era de 20 a 23 horas en una sala que se llamaba “La Pista”, antes del baile se paseaba un rato por la plaza del pueblo.
           
En la Fiesta Mayor de San Juan de Sahagún (12 de junio) se hacían los encierros de los toros, había las correspondientes fiestas taurinas, concursos de pelota en el frontón, fuegos artificiales, atracciones y cucañas para los niños, carreras de cintas, verbenas con orquesta en la plaza, etc. Los carnavales también se celebraban, pero no se podía ir con la cara cubierta.

Volviendo al aspecto económico existía una cartilla de racionamiento para los productos básicos: Pan, aceite, azúcar, arroz, legumbres, etc. Había que ir al Ayuntamiento a buscar un cupón mensual que iba en función del número de personas que integraban la familia. Si la familia producía algún producto racionado éste no se compraba y se cambiaba por otra cosa, por ejemplo, azúcar; o se vendía, como ocurría con el tabaco que no se consumía (ya que los varones mayores de 18 años tenían derecho a unas cajetillas al mes), a un precio superior al tasado. Lógicamente estaba prohibido.

El llamado estraperlo consistía en eso, vender productos del racionamiento a terceras personas por un precio muy superior. Había muchas personas que vivían de esto comerciando ilegalmente a cierta escala de unos lugares a otros, la Guardia Civil se encargaba de evitarlo, aunque en algunas ocasiones hacían la vista gorda.

En el próximo artículo cerraré este ciclo de la posguerra añadiendo algunos aspectos desde el punto de vista de mi padre.

Autor: Gerardo Guaza González (La Voz de Castelldefels 03.2008)

 
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