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EL “COSSO” DE SAHAGÚN. LOS BALLESTEROS DE LA VILLA. LA ABADÍA DE SANTA MARÍA LA REAL DE TRIANOS

Los días de feria y de mercado de Sahagún tenían siempre un remate de fiesta deportiva y popular. Las altas cucañas, las carreras de a pie, las carreras de a caballo, o las carreras de cintas: Tales eran –entre otros cien juegos, como el de la pelota- los festejos relajantes, que rubricaban aquellos días de esplendor ferial. Las autoridades de la Villa animaban con su presencia y sus dineros las festivas competencias; y hasta los propios reyes de Castilla y de León procuraron fomentar su ensueño, dándose el caso de que, con sus cartas regias, ordenaban premiar a los vencedores.

Tal nos cuenta el diploma aquel de Alfonso XI, fechado a 20 de febrero de 1341, por el que encomendaba al cillerero de la abadía de Sant Fagunt que se conservase la costumbre antigua de dar y pagar al que corriese y ganase el Cosso de la feria de Sant Fagunt, con veinte e cinco maravedís de la moneda corriente, de a diez dineros el maravedí. Orden real que, a 30 de junio de 1361, confirmaba su hijo don Pedro el Cruel, despertando –acaso- tardanzas monacales, al tiempo que acicateaba aquellos festejos en los jinetes de Sahagún, ca ellos son en ellos muy altamente diestros, nos rubrica el diploma. A propósito de lo cual, si bien el texto se refiere a las carreras de a caballo, como quiera que la palabra Cosso significó de antiguo lugar para correr caballos o lidiar toros, del aire prendemos .con el entendido don José María de Cosío- el interrogante de si no datará de entonces la vigencia en Sant Fagunt de las corridas de toros, con su plaza o Cosso para el arriesgado y valeroso menester. De lo que si nos hace expresa fe aquel otro documento del 10 de mayo de 1410, por el que el abad don Antonio de Ceinos otorga licencia para que se corran toros en la Plaza de Sancta María de Sant Fagunt.

Pasando ahora a otro tema, hablemos de subrayar cómo los expertos ferreros de Sant Fagunt, al resquemor de sus fraguas y al traqueteo de sus yunques y martillos, fueron forjando en sus talleres –durante más de tres centurias- sus bien acreditadas ballestas y saetas, acicateando el predominio de la infantería en los combates nacionales de la Reconquista. Poblaban los ferreros de Sahagún la que hoy es calle de Herrerías; y, a fe que los vecinos de la Villa, que habían matado tiempos de holganza –ballesta al hombro- en apuestas de ambición sin trascendencia histórica, o en apuntar a un blanco de diversión o utilidad casera, llegaron a adquirir tal destreza en sus manejos, que los reyes de Castilla pusieron en Sant Fagunt una alferecía de ballesteros a sueldo, pronto siempre a acudir a la llamada del clarín guerrero. Tan es así, que eran pagados sus servicios en dos maravedís diarios, cuando otros ballesteros reales solamente cobraban de jornal trece dineros.

Varios diplomas del cartulario de Sahagún nos lo van diciendo, al tiempo que uno de ellos incide en la mortandad y desolación, a que habían reducido a Sant Fagunt tanto la peste negra –que despobló media Europa del 1347 a 1350- cuanto las continuas guerras que habían torturado aquel imperio, males que se vieron agigantados con las sequías y casi nulas cosechas de aquellos días. Así, por el primero de aquellos diplomas –fechado en Osuna a 4 de junio de 1362- sabemos cómo don Pedro el Cruel pidió al abad de Sant Fagunt el envío de un contingente de ballesteros, et que vengan con el Alferes de  los Ballesteros de Sant Fagunt… et desque acá fueren, yo les mandaré dar mi carta, en que haian las franquezas el libertades que han los otros ballesteros de la mi nómina. Mas, como era extraordinaria aquella petición regia, por cuanto estaba ya toda la alferecía de Sahagún en los campos de batalla de don Pedro contra el monarca de Aragón y contra el de Trastamara, hubo el abad de acudir a una contribución especial de sus vasallos para poder armar la nueva leva de los 20 ballesteros que le pedía el rey. Dos años más tarde y cuando el monarca ponía cerco a la ciudad de Orihuela, una nueva carta regia pedía ayuda al concejo y hombres buenos de la Villa en el envío de otros 30 ballesteros para su servicio, et que uno dellos fuese Alferece; lo que obligó al Concejo y al abad a echar alcabala al vino que se vendiese en la Villa de Sant Fagunt, vino mosto e vinagre christianego e judiego, demás de la alcabala que andaba a la cántara del vino quatro dineros, para dar sueldo a los dichos ballesteros para su mantenimiento. Alcabala que ganó en arriendo García Alfonso por 9.700 maravedís.

A este documento siguen otros tres más, diciéndonos el primero de lo que ganaban cada uno de los ballesteros de Sahagún en los servicios de la corona; el segundo, del envío de 10.000 saetas para los ballesteros del rey; y el tercero, de cómo Mosé Abaltax de Saldaña y Sento Cicicart de Villadiego otorgaron delegación a don Cag de Merdohan, natural de Dueñas y vecino de Sant Fagunt, para que –previa la venia del abad- recaudase los derechos reales en la Villa para los frentes en que Pedro el Cruel seguía batallando.

Finalmente y para concluir este capítulo, diremos cuatro cosas de la abadía de Santa María la Real de Trianos, de la que nos viene haciendo historia un manuscrito del Archivo Histórico Nacional de Madrid, reseñándonos su fundación por don Tello Pérez de Meneses y doña Contruedo García en 1181 y en un lugar llamado Trianos, cuya situación era junto al Río, cerca de Villa Pecennil, nombrado antiguamente Villas Pecellín, donde hubo Abbad y Canónigos de la Regla, hábito y profesión de S. Agustín, dichos en Castilla Canónigos Reglares. Háblanos luego de su traslado un poco más allá, y de su dotación por don Alonso Téllez, señor de Gordaliza y de Melgar. Dícenos también de como su primer abad se dijo Esteban en 1181, siendo el último don Juan de Caso -de 1426 a 1450- tras el que hubo tres abades comendatarios o comendadores, elegidos directamente por el papa, el postrero de los cuales fue el dominico Fr. García Bayón, con el cual pasó a ser Trianos abadía de los hijos de Santo Domingo, siendo este don García quien renunció a los derechos de su episcopado en Laodicea, para vivir retirado en Trianos, en 1479.

Abadía de Trianos que, en 1188, planteaba a Sant Fagunt pleitos por la posesión de una hacienda cerca de Villaverde, en el río Cea, interviniendo en el litigio el propio fundador don Tello y el abad don Juan I de Sahagún, acordándose repartir a medias aquellos pagos; y que, en 1195, al multiplicarse desavenencias abaciales, se estableció aquella concordia entre el abad de Trianos y el Abadengo de Sahagún, regido por don Pedro II, dictaminándose que sus canónigos no tuvieran ni poseyeran dentro del Coto de San Facundo más tierras y heredades que dos viñas, sitas una en el lugar Eruelas y la otra en Valle Maiori; que los mismos no pudieran sacar cadaver alguno de la Villa y Coto de San Facundo, y que si algo se donase a los de Trianos, debía ser únicamente en precio contante. Abadía de Santa María la Real de Trianos que, en 1658, quedó exenta de pagar los diezmos a Sahagún por la viñas que en Sahagún tenía; que, con la administración de los dominicos, llegó a tener Estudios Generales hasta la Guerra de la Independencia, habiéndose convertido sus claustros en cuarteles de carlistas y miguelistas, durante las guerras de sucesión del siglo XIX; y que, en los días de la exclaustración, rindió sus torres y sus huertas a subastas de desamortización, hasta haber pasado hoy sus bóvedas y ojivas al olvido, en campos de fértil labrantío, a unos kilómetros al noreste de Sahagún.

(Juan Manuel Cuenca Coloma. Sahagún Monasterio y Villa, Pags.102 a 105)

 

 
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