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EL HOSPITAL Y SANTUARIO DE LA VIRGEN DEL PUENTE

Hito de luz en los senderos de la historia de Sahagún durante el siglo XII es la fundación de la cofradía de Nuestra Señora del Puente.

De mucho tiempo atrás, a la vera del Camino Francés de las Peregrinaciones, sobre el río Valderaduey a unos cinco kilómetros al sureste de San Facundo. Se alzaban también las torretas de un pequeño santuario, con su hospital, en solaz y alivio de los peregrinos a Santiago. Presidía aquellas instalaciones una imagen de la Virgen Inmaculada que, por saber mucho de preces angustiadas y susurros de oración, se convirtió en una de las imágenes marianas más antiguas de los reinos de León y de Castilla. Tan es así,  que cuenta una leyenda sahagunense cómo aquella mora Zaida que fuera esposa del rey Alfonso VI, cuando pasaba sus temporadas veraniegas en Sahagún, tenía por costumbre ir a bañarse en una alberca que se había construido junto al Araduey, rezando luego largamente ante la Virgen. Y hasta no hace muchos años, junto al puente romano que cruzaba el viejo río, una piedra grande y lisa conservó la huella de su pie moruno.

Creciendo en los contornos de San Facundo la devoción a la Señora, en el año de 1188 pidieron los burgueses al abad don Juan que les otorgase su venia para fundar una cofradía en honor de la Virgen del Puente. Bien le pareció la idea al abad –por ser el gran devoto de la Señora-  y redactó los estatutos de la cofradía, que se tituló Hermandad de Nuestra Señora, la Virgen del Puente. Estatutos cuyos incisos más importantes así de nuestra cuenta los enumeramos, por lo que nos apunta Escalona:

1.   Todos los cofrades han de ser vecinos y habitantes de San Facundo.

 

2.   De entre ellos, serán llamados hermanos mayores quienes fueren clérigos, y simplemente hermanos o cofrades los demás, que serán cuantos burgueses dieren su nombre al amparo y devoción de la Virgen del Puente.

3.   El presidente de la hermandad será siempre un clérigo, con título de abad, otorgado y refrendado por el prelado de San Facundo, quien a su elección deberá estar presente o, en su defecto, quien presida la abadía.

4.   Tanto el presidente como los demás cofrades y la propia cofradía jurarán completa sumisión al prelado de San Facundo, como a su legítimo señor.

5.   Al frente del santuario de la Virgen del Puente deberá estar siempre un capellán, sujeto en todo al abadengo, por más que el santuario no esté ya dentro coto de San Facundo.

6.   En torno al santuario de la Virgen del Puente y su hospital no podrá fundarse convento alguno de orden religiosa, ni allí podrá crearse iglesia parroquial.

7.   Solamente a los peregrinos y a los sirvientes del hospital, anexo al santuario, podrá el presidente de la cofradía o hermandad administrar los sacramentos, al igual que tan sólo los mismos podrán ser sepultados en su cementerio.

8.   Como censo de su sometimiento a la abadía de San Facundo, tanto la cofradía de Nuestra Señora del Puente como el hospital de su santuario, pagarán al abad de Sahagún un sueldo cada año.

Fundada así la cofradía, se entregó la administración del santuario y de su hospital, más las ricas dependencias y heredades con que a la señora habían enriquecido la piedad y devoción de incontables fieles, a los canónigos regulares de San Agustín, quienes muy pronto engrandecieron sus hortales y plantíos, sus reductos y palacios, convirtiéndolos en rincón acariciado de los mil romeros que cruzaban los caminos de San Facundo hacia Santiago, después de haber hecho antes un alto en su peregrinar, junto a la ermita del Cristo. Y, desde entonces, el altar de la Señora nunca se vio tan bien cuidado, pareciendo no cansársele los brazos a aquella Virgen en multiplicar regalos y potenciar cariños sobre cuantos reclamaron su piedad. Buena prueba de ello habría de ser la bendición que la Virgen del Puente otorgó a aquellos dos jóvenes esposos de Sahagún, quienes –en 1429- le suplicaban un hijo que con el tiempo habría de ser el Ángel de la paz y del amor, San Juan de Sahagún.

Al igual que, muchos años antes, también lo había sido la concedida a aquel otro hijo legendario de San Facundo, quien nacido en la Villa de ilustre cuna –aunque por rama bastarda- después de las revueltas de Sahagún por los años del imperio de doña Urraca de Castilla, militó algún tiempo en las mesnadas del Señor de Saldaña. Pero, harto ya de pelear y sin haber alcanzado medro alguno en su mesnadería, uniose a algunos bandidos que del latrocinio hacían profesión, hasta hacerse independiente luego en los ardides del pillaje, para gozar a solas del botín de sus asaltos. Tan solo le quedaba de bueno en su vida a Ginés, el bandolero de Sahagún según la leyenda, un rayo de luz que el  hacía expresivo poniendo, de vez en cuando, algún ramillete de flores silvestres y de amapolas a los pies de la Virgen del Puente. Hasta que, habiendo dado en manos de la justicia Ginés, milagrosamente se vio libre de morir decapitado, gracias a su arrepentimiento sincero y a la intervención de la Señora.

Hoy día, tras el correr de casi ocho siglos, la pequeña ermita de la Virgen del Puente –que es a lo que han quedado reducidos el santuario, el hospital y sus ricas posesiones- sigue conservando el embrujo arquitectónico del siglo XII, con su cabecera enladrillada y cerrada en hemiexágono, son sus arquerías ciegas a pares y apuntadas, con sus frisos de esquinillas y su puerta de arco doble, agudo y con recuadro, eco próximo y elocuente de la Escuela de Sahagún. Ermita chiquita, que recobró también primitivas doncelleces, después de su restauración románico.-mudéjar, hace ya casi 25 años.

(Juan Manuel Cuenca Coloma.Sahagún Monasterio y Villa. Pags.75 a 77)

 

 
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