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LA PISTA

Con este relato quiero recordar aquel salón mágico que viví en los años de mi juventud (década de los 70).

Grandes ventanales, patio en verano florecido, luz roja tenue y un gran escenario con músicos y conjuntos muy muy buenos.

¡Cuántos y cuántos nos enamoramos en aquel salón, llamado pista!

Tuvo su historia en Sahagún, pues ella atraía a pueblos limítrofes y también allí se enamoraban.

El baile, ese maravilloso acercamiento que sin querer te deja llevar, bajo sus canciones, a soñar.

Todo tiene un principio, y si es con música mejor, pues esas melodías, cuando aún se escuchan, te llevan y te llevan a esa época tan maravillosa. Y yo digo como una canción: “Recuérdame, que el recordar es volver a vivir”.

“¡Qué ternura, qué emoción acumulada a través de los años!”

Y cuando alguien te gustaba y no te sacaba a bailar, qué rabia te daba.

Y luego, cuando lo hacía, muchas veces decías no, y estabas deseando.

¿Te acuerdas, querido, de aquel vals, de aquella rumba, tango, pop?

Todo te venía bien, aunque no sabías bailar. El hecho de que la música sonara ya te ponía en movimiento; y si la persona te gustaba más.

Juventud rápida que te llevas lo más bonito de la vida, como lo hiciste con mis padres, pues ellos en la pista también se enamoraron.

Hoy creo que hay que dar su sitio a la pista, lugar mágico donde despiertas el amor.

Muchas veces el amor es platónico, pero también está en tu mente.

Otras, es verdadero.

Yo digo que todo lo que deseabas tener y tienes no es tan maravilloso.

Todo lo que no consigues aún te parece hermoso.

Mi juventud existió en Sahagún,

Y la pista también existió.

Un gran recuerdo para ella, de una persona sensible y romántica que se llama

Sagrario Gutiérrez

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