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Por Rodrigo Fernández Núñez

En uso de la facultad que le conceden los Estatutos de esta Real Academia, el Sr. Director ha tenido a bien designarme para que, como Vocal de la Comisión de Antigüedades, informe acerca de la importancia arqueológica de las investigaciones de que trata el manuscrito titulado Noticias sobre los restos mortales del monarca Don Alonso VI, de que es autor D. Rodrigo Fernández Núñez, Catedrático del Instituto de Zamora y Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

En su breve Memoria, el Sr. Fernández Núñez comienza afirmando que han sido hallados los restos mortales del insigne monarca leonés y los de sus cuatro esposas, Doña Inés, Doña Constanza, Doña Berta o Alberta y Doña Isabel o Zaida. A continuación recuerda varios de los hechos que ilustran el reinado de aquel príncipe desde su exaltación al trono de León a la muerte de su padre D. Fernando, hasta su solemne enterramiento en el monasterio de Sahagún (al que tanto había favorecido), que acaeció en 12 de Agosto de 1109.

A este propósito transcribe íntegro un documento, cuya fotografía además acompaña, el cual, a manera de auténtica, está pegado en la parte interior de la tapa que cubre la caja en que los restos se conservan. Según dicho documento, firmado en San Benito de Sahagùn en 22 de Enero de 1835 por Fr. Miguel Echano, arquitecto, los despojos del monarca estuvieron en la iglesia antigua del monasterio de Sahagún, colocados en un magnífico sepulcro, sito en medio de la gradería del presbiterio. Arruinada la iglesia en 1810, recogiéronse los restos, conservándose en la cámara abacial hasta 1821, en que el Gobierno constitucional expulsó del monasterio a los religiosos. Como no pudiera trasladarlos a parte segura, el abad D. Fray Ramón Alegría hizo depositarlos en una sepultura nueva, metidos en la misma caja, "junto a la pared meridional de la capilla y al altar del Divino crucifixo". En Enero de 1835 recogiéronse de nuevo cuidadosamente, y encerrados los restos en una nueva caja, lleváronse al archivo del monasterio, donde se custodiaban los de las cuatro esposas del rey. El pensamiento era colocar unos y otros en preferente lugar del santuario, que se iba construyendo, con arreglo a los planos del P. Echano, aprobados por la Real Academia de San Fernando.

"No cabe duda alguna -agrega ya por su cuenta el autor de la Memoria- que estos son los restos del piadoso monarca." Y procediendo luego a su descripción, dícenos que se hallan recogidos dentro de una caja, groseramente hecha, de madera sin labrar, a la que faltan varias tablas, y la cual está contenida dentro de otra de madera de chopo, mejor hecha. Cuanto a los restos mismos, que "parecen pertenecer al monarca", helos aquí enumerados:

El occipital unido a parte de los parietales.
Una vértebra.
Los dos huesos innominados.
Un trozo de hueso que parece pertenecer a la escápula.
Dos femurs.
Dos tibias.
Dos trozos de cúbito o de peroné.
La parte inferior de un húmero.
La mitad izquierda del maxilar inferior.
Un hueso del tarso.
Un trozo del pubis.

Con éstos, según el Sr. Fernández, se encuentran otros huesos procedentes quizá de la caja que contiene los restos de las reinas (la cual no ha visto el autor con tanto detenimiento), y que se halla dividida en cuatro compartimientos ocupados por los despojos de las cuatro damas.

Sobrevino la exclaustración de 1835 y no partieron del monasterio los benedictinos sin que entregaran ambas cajas con su contenido a una parienta de uno de los religiosos, llamada Manuela Sargado. Desde aquel punto los restos de Alfonso VI y de sus mujeres permanecieron ocultos y desconocido su paradero, aunque en alguna ocasión se pusieron los medios para recuperarlos. Y aquí, para reforzar su afirmación, rebate el autor la creencia según la cual, dos momias "que se conservaban" en la iglesia de San Tirso del mismo Sahagún, son las de Alfonso VI y una de sus esposas; no siendo, según el, sino las de dos abades del famosísimo monasterio benedictino, dichos D. Miguel y Don Pedro. Por último, el Sr. Fernández Núñez dice que, ocultos los restos, la suerte ha querido que sea el el encargado de exponerlos nuevamente a la luz del día; agregando para terminar que si sus investigaciones tienen algún valor para la Academia y por ellas se le considera merecedor de poder ostentar el título de Correspondiente, con tal concesión se vería altamente honrado.

Bien está el sucinto resumen de algunos de los hechos de Alfonso VI debido al Sr. Fernández, como tomado de las más conocidas y acreditadas fuente. Sólo por yerro material figura en la Memoria la fecha de 1702, en lugar de la verdadera de 1072, en que fue asesinado D. Sancho ante los muros de Zamora; pero tocante a esto he de advertir que, si según unos historiadores, ocurrió aquel suceso el día 4 de Octubre y según otros el 13, como consigna el Sr. Fernández, no falta quien lo coloque en el día 6 del mismo mes de Octubre.

También son hechos que pertenecen a la Historia el enterramiento en el monasterio de Sahagún del cadáver de D. Alfonso VI, allí trasladado desde Toledo, donde falleció, y de los de varias de sus esposas. Cuanto al sepulcro del rey, si, según el documento que el Sr. Fernández copia, estuvo, como se ha visto, en medio de la gradería del presbiterio, según otra versión se hallaba "en medio del crucero al subir a la capilla mayor" (1) y según una tercera, ocupaba "el centro de la capilla mayor, sostenido por grandes leones de alabastro" (2). Tocante a los sepulcros de las reinas, también observó alguna disparidad de opiniones. El P. Escalona dijo que "dentro de la misma capilla mayor a los dos lados están los sepulcros de las Reynas Doña Inés, Doña Constanza y Doña Alberta, mugeres del mismo Rey, está el sepulcro de la Reyna Doña Isabel o Doña Zayda, su quarta muger..." (3). Y el Sr. Quadrado afirmó que junto al sepulcro de D. Alfonso, "al lado de la epístola yacía en alto túmulo de piedra con efigie su esposa Constanza, y al lado opuesto debajo de una lisa lápida otras dos consortes del gran monarca, Berta e Isabel..." (4).

Llevaríame demasiado lejos tratar de componer estas divergencias, tarea que no es del momento; con tanto mayor motivo cuanto que, como ya dijo con gracia el P. Mtro. Flórez, "el tratado de las mujeres del Rey Don Alfonso VI es una especie de Laberinto, donde se entra con facilidad, pero es muy dificultoso acertar a salir mientras no se descubra alguna guía, que hasta hoy no hemos visto, siendo así, que han entrado muchos a reconocer el terreno" (5). Bástenos dejar asentado que en la iglesia monacal de Sahagún estuvieron, sin duda, sepultadas algunas de las esposas del conquistador de Toledo; que después de la ruina de la iglesia todos los reales despojos pasaron a la capilla de Nuestra Señora, que sirvió de iglesia provisional, y después de un incendio ocurrido en 1835, a la de monjas benedictinas; que las profanadas urnas de jaspe, rodando por fuera, llegaron a servir de pilas y abrevaderos; y, en fin, que aquel ilustre depósito histórico-artístico, según verídicas noticias, ya no existe, confirmándose con ello la frase de un clarísimo escritor del siglo XIX, de que también hay muerte para los sepulcros.

Siempre las investigaciones relacionadas con el hallazgo de los restos mortales de personajes en cualquier concepto insignes han sido comúnmente reputadas como útiles y provechosas para la Historia. Llano es. pues, que también lo sean las encaminadas a recuperar e identificar los restos de Alfonso VI, grande entre nuestros grandes monarcas castellanos; de aquel a quien en su tiempo y después de su tiempo se proclamó con verdad como "varón... en las cosas bélicas muy noble guerrero, en disponer bien su Reyno próvido, e discreto, en el juicio muy derecho, en los negocios seglares astuto, e entendido, mas en las cosas eclesiásticas religioso, e piadoso, en exalzar su Reyno muy singular, a los enemigos, e malhechores muy justiciero, y espantoso, a los varones Eclesiásticos, e a otros sus allegados muy manso, e benigno, en las cosas contrarias prudente, e fuerte, e en las prósperas, e bien andantes, templado, y manso" (6).

Cuanto a los trabajos realizados por el Sr. Fernández Núñez, las noticias que suministra acerca de las vicisitudes sufridas en el pasado siglo por los restos de Alfonso VI y de sus consortes, llevan el sello de la verosímil; y el documento firmado en 1835 por el P. Echano tiene, según puede verse en la reproducción fotográfica, así por la forma de la letra como por la redacción, todos los caracteres de autenticidad.

Ahora bien, en el escrito del Sr. Fernández échanse de menos noticias indispensables para acabar de formar juicio en este caso. Sabemos que al ocurrir la exclaustración de 1835 se hizo cargo de las dos cajas con los restos del rey y de las reinas una mujer llamada Manuela Sargado. ¿En poder de que persona o personas han permanecido hasta nuestros días? ¿Cómo y cuando se ha tenido nueva noticia de su existencia? ¿Quien los posee hoy? ¿Donde se encontraron? ¿Donde están? Preguntas de tal importancia tienen que quedar por ahora incontestadas hasta que el Sr. Fernández Núñez, que ha visto las regias reliquias y las cajas en que se contienen, acabe de descorrer, como sin duda puede, el velo que encubre la verdad acerca de los reales o pretendidos restos de Alfonso VI. Cuando ocurra, llenas ya las lagunas que se observan, el examen arqueológico y osteológico podrá acaso permitir que se pronuncie la última palabra.

Esto es cuanto, en cumplimiento de mi encargo, expongo a la ilustrada consideración de la Academia, sometiéndolo a la claridad de su juicio.

Madrid, 5 de Noviembre de 1909.

EL CONDE DE CEDILLO.

MÁS NOTICIAS SOBRE LOS RESTOS DE D. ALONSO EL VI
Por Rodrigo F. Núñez

El Sr. Director de nuestra Real Academia, con acuerdo de la misma y en uso de la facultad que le conceden los Estatutos del Cuerpo, se ha servido designarme para informar acerca del manuscrito de D. Rodrigo Fernández Núñez, cuyo título es el que encabeza este Informe, ampliación del trabajo que había remitido anteriormente, relativo al descubrimiento de los restos mortales del Rey D. Alfonso VI.

Ya en el Informe que tuve el honor de emitir en 5 de Noviembre del pasado año 1909 ante esta Corporación, expuse mi juicio respecto de las gestiones en aquel sentido realizadas por el Sr. Fernández Núñez. Reconocí ya entonces que "las noticias... donde sin duda habían sido abandonadas, sin que las actuales ocupantes de la religiosa casa tuvieran conocimiento de ello. Finalmente, los restos son hoy custodiados por el referido presbítero D. Pedro Pérez.

En mi anterior Informe terminaba yo diciendo que una vez llenas las lagunas que se observan en este asunto, el examen arqueológico y osteológico de los restos podría acaso permitir que se pronunciase la última palabra. Considero hoy suficientemente contestadas las preguntas que al fin de mi Informe formulé; pero el examen técnico no ha sido hecho o de él no se ha dado cuenta a la Academia. Por tanto someto a la aprobación de este Cuerpo las siguientes conclusiones:

Atendiendo a los antecedentes históricos que existen y a los documentos y noticias aportados por D. Rodrigo Fernández Núñez puede creerse que los restos descubiertos por este señor y por D. Pedro Pérez son los del Rey Alfonso VI y de sus esposas.

La Academia interesará a la Comisión provincial de monumentos de León para que, cuando le sea dable hacerlo, practique un examen puramente técnico de los restos, con el objeto de que se afiance de este modo, si ha lugar a ello, la creencia en la autenticidad.

La Academia significará al Sr. Fernández Núñez haber visto con agrado sus trabajos para dilucidar este interesante punto, que permiten esperar de él nuevas fructuosas investigaciones dentro de los fines de nuestro Instituto.

No obstante, la Academia, en su superior ilustración, resolverá lo más acertado.

Madrid, 29 de Abril de 1910

EL CONDE DE CEDILLO.

SOBRE EL INFORME DE LA COMISIÓN DE MONUMENTOS HISTÓRICOS Y ARTÍSTICOS DE LA PROVINCIA DE LEÓN ACERCA DE LA AUTENTICIDAD DE LOS RESTOS MORTALES DEL REY DON ALFONSO VI DE CASTILLA Y DE LEÓN Y DE LOS DE SUS ESPOSAS.

Con acuerdo de la Academia y en uso de la facultad que le conceden los Estatutos del Cuerpo, el Sr. Director ha tenido a bien designarme para examinar la comunicación que con fecha 19 de Septiembre del corriente año le fue enviada por la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de León, relativa a la autenticidad de los restos mortales del insigne monarca Don Alfonso VI y de sus esposas.

No ha olvidado, seguramente, la Academia, los antecedentes de este asunto, que constan expuestos en los dos Informes que, por encargo también del Sr. Director, y bajo los títulos de "Noticias sobre los restos mortales del monarca Don Alfonso VI, por Rodrigo Fernández Núñez" y "Más noticias sobre los restos de D. Alfonso VI, por Rodrigo F. Núñez", emití en 5 de Noviembre de 1909 y en 29 de Abril de 1910 y que aparecen publicados en los tomos LV y LVI, páginas 497 y 442 respectivamente de nuestro Boletín. Al final del segundo de estos informe formulé tres conclusiones que con el informe mismo fueron aprobadas y de las cuales las dos primeras son las que por el momento hacen al caso. Según ellas, atendiendo a los antecedentes históricos que existen y a los documentos y noticias que los restos descubiertos por este señor y por D. Pedro Pérez son los del Rey Alfonso VI y de sus mujeres; y la Academia interesaría a la Comisión provincial de Monumentos de León para que practicara un examen técnico de los restos, con objeto de que si hubiese lugar a ello, se afianzara la creencia en la autenticidad. En consecuencia, la Academia dirigió en 16 de Mayo un oficio a la Comisión leonesa para que procediese al reconocimiento; y contestación a aquel documento es el informe de la Comisión, cuyo examen se me ha confiado, y que con atento oficio fechado en 24 de Septiembre de este año ha remitido a nuestra Academia el Vicepresidente de la Comisión de Monumentos de León Don Juan Eloy Díaz-Jiménez.

Firman el informe los Sres. Díaz-Jiménez y D. Elías Gago, individuos ambos de la Comisión y Correspondientes nuestros, designados al efecto por aquella Corporación provincial. Bien conocidos son sus nombres entre nosotros; y especialmente el del Sr. Díaz-Jiménez, docto Director del Instituto de León, autor de estimadas obras literarias y eficaz cooperador de D. Rodolfo Beer en la identificación del primitivo texto y en la confrontación de las leyes del célebre Códice palimpsesto descubierto en el archivo de la Catedral legionense. En cumplimiento de su encargo, los comisionados realizaron tres visitas a la villa de Sahagún y con el mayor cuidado y diligencia efectuaron el trabajo que se les encomendara, consignando los resultados obtenidos en extenso y luminoso Informe.

Grato es al ponente que suscribe manifestar que los celosos miembros de la Comisión leonesa han satisfecho con creces los deseos de la Academia. El reconocimiento que han practicado de los mortales despojos es muy minucioso y concienzudo y perfectamente ajustado a las exigencias de la Osteología y al tecnicismo científico. Como es natural, los comisionados fijáronse con particular atención en el examen de los escasos restos que quedan del esqueleto que parece haber pertenecido a Don Alfonso; y son muy interesantes sus observaciones que hacen con este motivo y que, fundadas de una parte en lo que nos dice la Historia acerca del tipo físico del monarca y de las heridas que recibió en sus luchas con los mahometanos y de otra en lo que resulta del estudio de los propios restos del ilustre conquistador de Toledo. La Historia y la Arqueología, diré yo aquí con los Sres. Díaz-Jiménez y Gago, marchan de perfecto acuerdo con el examen osteológico.

Pero los comisionados de la Corporación leonesa no se limitaron a realizar dicho examen. En su laudable deseo de suministrar mayor luz dentro del negocio en que entendían, consignan antecedentes históricos de cuya exposición se deduce que los restos atribuidos a Alfonso VI y a las reinas, tiene a favor de su autenticidad una tradición no interrumpida; señalan con toda precisión los sitios que ocuparon en la iglesia monacal de Sahagún los enterramientos de las personas reales, componiendo las divergencias, más aparentes que efectivas, que se observan en los textos de los escritores que trataron de esta materia; y dan noticia de cinco inscripciones latinas funerarias, de no remota fecha y destinadas probablemente a indicar en el pavimento el lugar que ocuparon los enterramientos primitivos. Realzan también los autores del Informe el mérito contraído por los descubridores de los restos, su celo y desinterés, poco comunes cuando se trata de este género de investigaciones. Y después de declarar que han puesto en la investigación que se les confió todo el cuidado y esmero con que debe procederse en tales estudios, terminan encareciendo la conveniencia de que los regios despojos se pongan a salvo de todo riesgo, y de que se trasladen a sitio más seguro, que como muy adecuado al caso podría ser el panteón del templo de San Isidoro de la capital leonesa. Por último, acompañan al notable Informe la planta y sección de la iglesia de San Benito de Sahagún y el texto de las cinto inscripciones sobredichas.

Por todo lo hasta aquí manifestado, someto a la aprobación de la Academia las siguientes proposiciones:

En conformidad con lo que de consuno atestiguan la Historia, la tradición, la Arqueología y la Osteología, debe en buena crítica entenderse y afirmarse que los restos hallados por don Rodrigo Fernández Núñez y D. Pedro Pérez y conservados hoy en el convento de religiosas benedictinas de Santa Cruz de Sahagún son verdaderamente los del Rey de Castilla y León Don Alfonso VI y las Reinas sus consortes.

Se publicará en el BOLETÍN académico el Informe referente a los restos de Alfonso VI y de sus esposas emitido en 19 de Septiembre de 1910 por la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de León y firmado por sus individuos D. Juan Eloy Díaz-Jiménez y D. Elías Gago.

Con objeto de evitar alguna desfavorable contingencia es conveniente que los restos sean trasladados y definitivamente depositados en lugar digno y seguro, que muy bien podría ser el histórico, artístico y venerado panteón regio de San Isidoro de León. La Comisión de Monumentos de aquella provincia se encargará de realizar las gestiones conducentes a conseguir la traslación y decorosa conservación de los regios despojos, con lo que, como representante que es de la Real Academia de la Historia, ejercitará una de las atribuciones que expresamente confiere a las Comisiones provinciales de Monumentos el capítulo I artículo 17, párrafo 9º del Reglamento porque se rigen aquellas Corporaciones.

La Academia significará su complacencia a la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de la provincia de León por el celo con que ha procedido en este asunto cumplimentando el encargo que se le dio, llevado satisfactoriamente a término por sus dos dignos individuos, nuestros Correspondientes, los señores Díaz-Jiménez y Gago.

Esto no obstante, la Academia resolverá lo más acertado.

Madrid, 25 de Noviembre de 1910

EL CONDE DE CEDILLO.

AUTENTICIDAD DE LOS RESTOS MORTALES DE ALFONSO VI Y DE SUS CUATRO MUJERES:

INÉS, CONSTANZA, ZAYDA Y BERTA

EXCMO. SR.:

La Comisión de Monumentos históricos y artísticos de esta ciudad, en sesión ordinaria celebrada el día 23 de Junio del corriente año, acordó por unanimidad nombrar a los dos académicos correspondientes que suscriben, a fin de que, dando cumplimiento a lo que ordenaba esa Real Academia en su atento comunicado de 16 de Mayo último, procedieran a realizar un examen técnico de los restos mortales del Rey Alfonso VI y de cuatro de sus mujeres descubiertos en la villa de Sahagún por el profesor D. Rodrigo Fernández Núñez y el capellán del convento de Religiosas Benitas de Santa Cruz, D. Pedro Pérez.

Leídos con la debida atención los diferentes extremos que comprende el referido comunicado, así como también el informe del Excmo. Sr. Conde de Cedillo, publicado en el tomo LV, cuaderno 6º del BOLETÍN correspondiente al mes de Diciembre del año próximo pasado, giramos tres visitas a la precitada villa: la primera, el día 30 de Junio; la segunda, el 14 de Julio; y la tercera, el 19 de Agosto.

Tanto en una, como en otras, fuimos acogidos atenta y afectuosamente, por los Sres. Pérez y Fernández Núñez, dándonos todo género de facilidades para llevar a cabo con el mejor éxito nuestro cometido. Sirva el testimonio de nuestra gratitud, ya que no para acrecentar el mérito que aquellos tienen contraído cerca de esa Excma. Corporación por sus notables hallazgos, al menos para hacer notorios su celo y desinterés, nada comunes, por desgracia, cuando se trata de esta clase de investigaciones. Mas, antes de exponer las nuestras, séanos permitido dar algunas noticias que servirán para su esclarecimiento y mejor inteligencia.

No es esta la primera vez que entiende en asunto de tan preciado interés la Comisión de Monumentos de nuestra provincia.

El día 27 de Noviembre de 1876, esa Real Academia la interesó para que inquiriera si la momia que existía en una dependencia de la iglesia de San Tirso de Sahagún era o no el cuerpo del Rey Alfonso VI, y si el sarcófago sin tapa que había dentro de clausura en el convento de Benedictinas de la misma villa, había servido de enterramiento a los restos de Doña Inés, primera mujer legítima del conquistador de Toledo.

El día 15 de Enero del año siguiente hallábanse en Sahagún los entonces vocales de esta Comisión, D. Juan López Castrillón y D. Deogracias Villalibre (q.D.h.) y levantaban un acta, en la cual expusieron el resultado de sus gestiones. En ella se consignaba lo declarado por los respetables ancianos D. Víctor Olea, D. Dionisio Calderón y D. Francisco Quintero, quienes alcanzaron los tiempos anteriores al incendio de la iglesia de San Benito, ocurrido en el año 1835.

He aquí sus declaraciones trasladadas literalmente: "que desde luego, podían asegurar que aquellos restos pertenecían al gran príncipe, a quien supone la Real Academia que corresponden, fundándose para ello en que ya se hallaban en el lugar que hoy se encuentran (iglesia de San Tirso) antes del incendio de 1835 del monasterio de San Benito, donde se custodiaban los verdaderos (no en estado de momificación) desde un siniestro igual que tuvo lugar en 1812, encerrados en una caja que guardaban los monjes detrás del altar mayor con gran veneración y respeto, en cuyo sitio también se conservaban los de sus cuatro mujeres en otras tantas cajas; que cuando tuvo lugar el último incendio, saben que los monjes, con solícito afán, las pusieron a salvo sin que pueden asegurar en donde los depositaron".

La declaración, si bien conforma en lo esencial con lo que refiere el P. Fr. Miguel Echano en el escrito que de su puño y letra dejó pegado en el interior de la caja que guarda hoy los restos de Alfonso VI, varía, no obstante, en algunas circunstancias.

Los testigos dicen que el primer incendio se verificó en el año 1812, y el P. Echano, que tuvo lugar en el de 1810; aquellos afirman que desde dicho tiempo hasta el segundo siniestro, se ocultaron detrás del altar mayor en unión de los que pertenecieron a las cuatro reinas; pero el monje-arquitecto asegura que se depositaron en la Cámara abacial, que allí permanecieron hasta 1821, en que expulsados los Religiosos por el Gobierno Constitucional, el abad, a la sazón del monasterio, les dio sepultura en una nueva, abierta en la pared meridional de la capilla y al lado del altar del crucifijo, de cuyo sitio se sacaron, descubriéndose el secreto, con motivo de proceder al enterramiento del P. Mármol el día 19 de Diciembre de 1835, disponiendo el prelado del monasterio Fr. Bernardo Balsinde que se recogieran en una nueva caja y se colocaran en el archivo, donde se custodiaban los de las cuatro esposas del monarca.

Los testigos u olvidaron o no quisieron detallar lo que al por menor refiere el P.Echano, coetáneo y testigo presencial de la mayor parte de los hechos que narra, y conocedor de los sucesivas traslaciones que de los restos reales se hicieron, a partir del año 1810.

Afectaron asimismo aquellos desconocer el sitio donde pusieron los monjes a salvo los restos cuando ocurrió el último incendio. Causa extrañeza que personas de ilustración, residentes en la villa, ignoraran en el año 1876 lo que muchos años antes sabía y propalaba el incomparable D. José María Cuadrado, cuando escribía: "Después del incendio de 1812 todos aquellos despojos de reyes pasaron a la capilla de Nuestra Señora que sirvió de iglesia provincial, y después del de 1835 a la de monjas benitas " (7)

Las disposiciones dictadas por el Gobierno Constitucional en 25 de Julio y 11 de Octubre de dicho año sobre exclaustración de algunas órdenes monásticas, y entre ellas la Benedictina, paralizaron las obras en la iglesia del monasterio emprendidas por el P. Echano desde 1827 y sorprendieron a los monjes, los cuales, al salir del convento, procuraron poner a buen recaudo los restos de sus antiguos bienhechores.

El sagrado de la clausura aseguró su conservación, y un religioso sigilo guardado por las superioras que se sucedieron en el gobierno de la comunidad de Santa Cruz, ocultó de la vista de los investigadores los restos, durante el largo período de setenta y cuatro años.

De la sucinta exposición de estos hechos se deduce, que, los restos de Alfonso VI y los de las cuatro reinas, tienen a favor de su autenticidad una tradición no interrumpida y corroborada por el testimonio escrito por el restaurador de San Benito, coetáneo de los acontecimientos que narra y testigo presencial de la última traslación.

Veamos si el examen osteológico confirma la tradición oral y la escrita.

Dos cajas de chopo contienen los despojos del Rey y los de sus cuatro mujeres.

Mide la primera, que es de forma rectangular, 067 m. de largo por 0,26 m. de ancho. En su interior hay otra de pino, a la que le falta como un tercio de la tabla que la sirve de suelo. La caja exterior tiene sobre la tapa un rótulo que dice: Restos mortales del augusto monarca D. Alfonso VI. Cotejado con el escrito del interior a que anteriormente nos hemos referido, se ve que es de la misma mano del P. Echano. De la caja se extrajeron los restos siguientes:

Dos porciones de los parietales y el occipital de un cráneo.

Gran parte de la bóveda de otro cráneo formada por el coronal bien conservado y los parietales. Un húmero.

La rama derecha de un maxilar inferior que por su delicada textura debió pertenecer a persona muy joven; no conserva dientes ni muelas, pero hay señales inequívocas de que unos y otras desaparecieron post mortem.

Cinco huesos iliacos de diferentes esqueletos, como lo demuestra su diverso tamaño.

Una vértebra cuyas principales apófisis están destruidas.

Parte de un omóplato de constitución delicada.

Un fémur poco robusto de una longitud de 0,41 m. y restos de otros dos.

Tres tibias y un fragmento de otra, pertenecientes a distintos esqueletos; pues, mientas dos de ellas tiene la longitud de 0,37 m. y 0,14 m. de circunferencia, otra tiene la longitud de 0,38 m. y 0,12 m. de circunferencia, tendiendo el fragmento en la protuberancia supero-anterior 0,15 de circunferencia, revelando mayor espesor en el hueso.

Un peroné que corresponde a una de las tibias de mayor espesor antes descritas.

Un calcáneo.

La extremidad inferior de un cúbito.

La caja que guarda los restos de las reinas es de chopo, midiendo 0,80 m. de largo por 0,61 m. de ancho.

Se halla dividida en cuatro compartimientos iguales y en el exterior, correspondiendo a cada uno de sus senos, tiene escrito el nombre de la reina, a quien se dice pertenecen los restos.

 De esta caja se sacaron:

12. Dos fémures, los cuales, desde la extremidad superior del trocánter a la inferior del cóndilo exterior, miden 0,45 m. de longitud en buen estado de conservación, y las dos tibias correspondientes con una longitud de 0,33 m. La tibia izquierda, en la parte superior de su cara externa, presenta exóstosis.

Del compartimiento que está rotulado con el nombre de Doña Inés:

13. Un cráneo completo, cuyos maxilares tienen toda la dentadura, pues aun cuando faltan algunos dientes, se perdieron post mortem. Dos húmeros, varias vértebras y un hueso de la pelvis:

Del de Doña Constanza:

14. Un cráneo, que por la sinóstesis de sus huesos, perteneció a persona mayor que la anterior y las subsiguientes, pero que no debió llegar a los cuarenta años. El cráneo tiene un ligero bulto en la parte superior y media del frontal. La dentadura está completa. Conservánse los huesos de las extremidades con una deformidad en la cavidad cotiloidea del innominado izquierdo, por lo que aquella es poco profunda; la cabeza articular del fémur correspondiente está atrofiada. El sacro y restos de costillas y vértebras.

Del de Doña Berta:

15. Un cráneo, al que falta el temporal derecho, es de persona joven, pues las suturas aparecen bien marcadas. Los maxilares conservan la dentadura. Vértebras y fragmentos de varios huesos.

Del de Isabel (Zayda):

16. El frontal y los parietales de un cráneo de persona joven; la mitad del maxilar inferior, habiendo perdido una muela en vida el sacro y restos casi pulverizados de los demás huesos del esqueleto.

De todos los restos descritos, tan solo deben pertenecer a D. Alfonso los designados con los números 2 y 12, a saber: las dos porciones de los parietales y el occipital, y los dos largos fémures y sus tibias.

A pesar de la exigua parte que del esqueleto se conserva, es no obstante, más que suficiente para demostrar que pertenece a dicho Rey.

Sabemos por el Obispo de Oviedo D. Pelayo que Alfonso VI murió a la edad de setenta y nueve años (8) y el Arzobispo cronista D. Rodrigo, dice que era de estatura elevada, de complexión robusta y de pasiones vehementes, porque la fortaleza de corazón que le atribuye, va por lo general aparejada de hondos y grandes afectos (9).

Hombre de arraigada fe, bondadoso, justiciero, sufrido en las contrariedades, arrojado en los peligros y constante en sus propósitos, no dejó por ello D. Alfonso de unir a virtudes tan excelentes algunas de las flaquezas anejas a nuestra caída naturaleza... No se distinguió por la continencia.

La porción de cráneo que suponemos ser de él, tiene todos los caracteres de haber pertenecido a un hombre de edad provecta, pues la sinóstosis o soldadura de las suturas es casi completa, formando en la apariencia la diversas partes como un solo hueso. La cresta occipital es por extremo abultada.

La longitud de 0,84 m. que resulta de medir el fémur en unión de la tibia, sumada a la del calcáneo y en vida a las partes blandas, confirma que fueron del esqueleto de un hombre de estatura elevada, cual era D. Alfonso, al decir del Arzobispo de Toledo.

Si no se consideraran de valor dichas observaciones, sería suficiente la que vamos a exponer para llevar el convencimiento al ánimo más escrupuloso.

Dos heridas recibió el aguerrido Monarca en el largo período de sus luchas con los mahometanos: una en Zallaca; la otra en Salatrices. La primera no debió ser de mucha gravedad, porque al año siguiente de la desastrosa jornada de Zallaca, que tuvo lugar en el de 1086, le vemos pelear con los almorávides, entrar el 1093 en Portugal y rendir a Lisboa, correr en el de 1098 las tierras de Granada hasta penetrar en la Vega, no dando paz a la mano ni tregua al combate hasta que en Salatrices fue nuevamente vencido en 1106 y herido de un bote de lanza. En dicho año el Rey frisaba en los setenta años de su edad; el golpe recibido fue mucho más fuerte; el hierro no sólo dislaceró los tejidos, sino que llegó hasta el hueso de la pierna; y, en efecto, el exóstosis bien marcado que aparece en la tibia izquierda, en la parte superior de la cara interna, no sólo manifiesta la gravedad de la herida, sino que también implica la imposibilidad de asistir, bien a pesar suyo, a la batalla de Uclés, en la que murió su hijo D. Sancho.

Este sello patológico, indeleble auténtica de los restos del Rey sirve asimismo para distinguir y no considerar como un mismo hecho las desgraciadas campañas de Zallaca y Salatrices.

De la herida que sufrió en Zallaca dice Dozy: "Un negro llegó hasta aproximarse a D. Alfonso y darle una puñalada en un muslo" (10). La del combate de Salatrices la recibió en una pierna. He aquí las palabras de Sandoval refiriéndose a la Crónica de Alfonso VI: "... fue el Rey desbaratado quedando herido de una lanzada" (11).

Los restos descritos desde el núm. 4 al 11, y desde el 13 al 16 inclusives, son de mujer. Afortunadamente se han conservado los cuatro cráneos. Son pequeños, comparados con el del hombre, de menor altura en la dirección antero-posterior, la frente cerebelosa más desarrollada. Conócense en ellos, de un modo claro, las suturas que unen las diferentes partes; mas en el que describimos en el núm. 14, y que se dice ser de Doña Constanza, la sinóstosis es relativamente mayor, sin que por ello llegue a la completa soldadura de los huesos. Todos los maxilares, tanto superiores como inferiores, tienen completa la dentadura.

Desacertado andaría el que pretendiera dar valor absoluto a todas las conclusiones formuladas por la Craneoscopia, pero no lo estará menos aquel que las negara el relativo. En el caso presente, las observaciones técnicas conforman con las noticias históricas.

De las siete mujeres legítimas unas e ilegítimas otras, con quienes estuvo unido D. Alfonso, las cuatro cuyos restos hemos examinado, murieron jóvenes. Inés a los veinte años, Berta por más o menos, Zayda, que se unió al Rey en la flor de la edad; pues de ella nos dice que era hermosa, crecida y proporcionada, no fallecería de muchos años, porque sólo vivió con D. Alfonso cuatro, desde 1095 a 1099, en que pasó a mejor vida, y la misma Constanza que, casada con éste en segundas nupcias, alcanzó el largo reinado de doce años, no dejaría de existir de mucha edad si damos a crédito a uno de sus epitafios.

Felix valde forem nisi me cita mors rapuisset (12)

Aquí terminaríamos nuestro informe si no creyéramos pertinente decir algo sobre los lugares que ocuparon los enterramientos de dichas personas Reales.

La capilla mayor y el crucero de la antigua iglesia monacal de Sahagún fueron los elegidos para dicho objeto.

Convienen todos los escritores en que el suntuoso sepulcro de D. Alfonso se hallaba emplazado en el eje de la capilla mayor, ya ocupando el medio de ésta; como quiere Morales (13) ya en el acceso a la misma, según afirma Escalona (14), ora en medio de la gradería, al decir del P. Echano (15). De Cuadrado nada decimos porque sigue en un todo el relato del cronista de Felipe II, y no pudo hacer otra cosa, pues cuando visitó las ruinas de la célebre Abadía, ni rastros existían del sepulcro, totalmente arruinado por el incendio de 1810 (16).

Estas diferencias, más que contradicciones son verdaderas antilogías. Procuraremos demostrarlo valiéndonos de la planta de la antigua iglesia que acompaña esta Memoria.

En el promedio del primer peldaño, que corriendo de columna a columna de las dos pilas torales, elevaba la capilla mayor sobre el plano de crucero, debió estar situado el sepulcro Real. Formaría aquél una extensa plataforma de 7 m. de largo por 3 de ancho, llegando hasta la terminación del primer tramo recto de la capilla, en el que se levantaba el segundo peldaño (17).

En los dos lados de dicho tramo descansaron los restos de tres Reinas: en el de la Epístola los de Constanza; en el del Evangelio los de Inés y Berta (18).

Zayda, la hija de Ebn-Abed, estaba enterrada en medio del crucero; al lado su desgraciado hijo el príncipe D. Sancho, y junto a ellos los cuatro hijos de D. Alfonso habidos de Constanza, y que murieron niños, sin que de sus nombres haya quedado memoria (19). En el mismo crucero tenía el sepulcro la Reina Constanza, esposa de Fernando IV el Emplazado. Y ya que de cuerpos Reales tratamos, no callaremos el de la infanta Isabel, hija de Alfonso, que yacía junto a la escalera, a los pies de la capilla de San Miguel (20).

Inés, Constanza, Berta y Zayda fueron, de las mujeres de Alfonso, las únicas sepultadas en la iglesia de San Benito.

La francesa Isabel, cuarta de las enumeradas por el Obispo de Oviedo, quedó en San Isidoro, de León, en la capilla de Santa Catalina. Fr. Prudencio de Sandoval, en el tratado que dio a la estampa de las inscripciones que se conservaban en el regio panteón, al leer y comentar lo que en el había de dicha Isabel, escribe: "En el monasterio de Sahagún dicen que tienen a esta Reyna; no hay mas provanza que hallarse así en las memorias antiguas del monasterio" (21).

Sandoval no vio epitafio alguno de aquella, que de haberle visto tal no hubiera dicho.

Por lo que se refiere a si Zayda quedó o no en León, donde también se enseñaba su enterramiento y epitafio, de sobra lo dilucidó el P. M. Fr. Enrique Flórez en su excelente obra de Las Reinas católicas. Tiene la inscripción de Sahagún por más auténtica que la de San Isidoro (22).

No otras más que las cuatro anteriormente nombradas descansaron en paz bajo las antiguas bóvedas de la iglesia monacal. Así lo demuestran irrecusables testimonios.

En Sahagún, dice el Tudense, se halla sepultada Doña Inés. "En el año veintisiete de su Reyno (dice el primer anónimo de Sahagún) la Reyna Coña Constanza, su mujer, murió: el Rey, acordándose de la promesa que había hecho, fízola enterrar acerca de San Fagun" (23).

El mismo Alfonso VI testifica estar allí sepultada su queridísima Berta... "... in Sancto Facundo ubi corpus eius tumulatum est..." (24). Y en cuanto a la mora Zayda, bien probado está por la inscripción transcrita, y que Sandoval leyó en el mismo Sahagún.

La Historia y la Arqueología marchan, en este punto, de perfecto acuerdo con el examen osteológico. Veamos lo que nos dicen los monumentos epigráficos.

Habíasenos dicho que en diversos puntos de la villa se encontraban algunas lápidas sepulcrales. En nuestro primer viaje vimos una, pero moderna, en la huerta del hacendado D. Rodrigo Torbado (q.D.h.). No perdíamos, por esto, la esperanza de dar con alguna otra más antigua. Esto nos decidió a realizar la tercera excursión.

Examinamos cinco inscripciones, contando entre ellas la mencionada, y aun cuando quedó desvanecida nuestra ilusión, por ser de época cercana, no las pasaremos por alto, pues es muy fácil que sean desconocidas.

Cuatro están abiertas a bisel, en grandes losas de mármol pulimentado, de proporciones casi idénticas, y labradas, al parecer, con el fin de pavimentar, señalando el lugar que ocuparon los enterramientos primitivos. La letra es la capital cuadrada propia de la epigrafía empleada a fines del siglo XVIII y principios de XIX, manifestando esta misma época los términos y construcción del latín en que se hallan escritas. Véase el traslado de ellas al fin de este informe.

La primera, que mide una altura de 1,5 m. por 0,48 m. de ancho, está adosada en el interior de una de las tapias de la posesión antes mencionada, y en ella se consigna la memoria de la Reina Zayda y de los hijos que D. Alfonso tuvo de Constanza.

En la iglesia de San Juan de Sahagún examinamos otras dos, unidas, forman el peldaño que levanta el altar mayor del suelo de la nave. Recuerda una de ellas al príncipe D. Sancho y su infausta muerte en la batalla de Uclés, y la otra a la Reina Constanza, mujer de Fernando IV. Ambas tienen las mismas dimensiones de 1,39 m. de largo por 0,46 de ancho.

Tan solo nos faltaba ver las dos que se guardaban dentro del convento de monjas Benitas de Santa Cruz, al cual nos dirigimos, entrando en la clausura con autorización in scriptis, que previamente nos había concedido nuestro Ilmo. Prelado.

En el patio-jardín formado por las crujías de la claustra baja, dimos con el sarcófago de mármol blanco, sin tapa, y de forma rectangular, que hace treinta y tres años había examinado la Comisión nombrada aquel entonces por la de Monumentos de León, de la que ya hemos hablado. En la parte superior de una de sus caras ostenta, en caracteres de la misma forma y tiempo de los ya referidos, el nombre de Doña Inés, primera de las mujeres legítimas de D. Alfonso. Si bien, tiene, no obstante, los caracteres de haber pertenecido a la época en que se depositó el cadáver de la Reina.

Fue el único de los destinados a los enterramientos que se libró de la ruina; pero habiendo perdido la cubierta y con ella la inscripción antigua, se grabó en la pasada centuria la que hoy tiene.

En medio del mismo patio, y tendida en el suelo, hallamos otra gran losa de 2 m. de largo por 0,56 de ancho, de idéntica materia, labra y forma de letra que las anteriormente descritas, leyéndose en ella el nombre de Berta.

¿ Cuando se labraron todas estas lápidas ?

Dos restauraciones se hicieron en el monasterio después de ser incendiado por los franceses; la primera en 1814 por el abad Fr. Albito Villar (25), y la segunda comenzada por el P. Echano en 1827, y suspendida ocho años después con motivo de la exclaustración.

Durante el tiempo empleado en la restauración de 1814, y aun después de concluida, los restos de D. Alfonso y los de las cuatro Reinas estuvieron recogidos en la cámara abacial, donde permanecieron, como ya tenemos dicho, hasta que los del Rey se enterraron sigilosamente el año 1821, en la iglesia, y descubiertos en 19 de Diciembre de 1835, fueron en unión de los de las cuatro Reinas trasladados al Archivo, esperando "ser colocados juntamente con la mayor suntuosidad y decoro en el lugar más distinguido del nuevo Santuario que se está construyendo". Son palabras del mismo P. Echano (26).

En atención a estos hechos, no es verosímil que se labraran las expresadas lápidas en la primera restauración, y si lo es que lo fueron en la segunda y última de que fue objeto la Iglesia.

Corrobora este parecer la riqueza de la piedra, su esmerado pulimento y la perfecta forma de los caracteres, y el estar sin terminar la inscripción que conmemora a la Reina Doña Berta (27).

Aquí, Excmo. Sr., damos por terminado este trabajo. Hemos puesto en la investigación todo el cuidado, todo el esmero y todo el cariño a que es acreedor este género de estudios que tanto contribuyen al esclarecimiento de nuestra Historia nacional.

Si más no hemos hecho, achaque será de nuestras escasas luces, no de la firmeza de nuestra voluntad.

Réstanos tan solo dirigir un ruego a esa Excma. Corporación. Si nuestras razones han llevado al ánimo de sus individuos la convicción de la autenticidad de los restos de tan augustos personajes, deben preocuparse de ponerlos a salvo de toda contingencia, trasladándolos a lugar más digno y seguro, y sin hacer consideración otra alguna, que sería impertinente, sólo diremos que no hay otro más acuerdo que el grandioso y venerado panteón de los Reyes de San Isidro.

León, 19 de Septiembre de 1910.

ELÍAS GAGO.

2019 - 21.08 a las 15 h. de este día se trasladaron los restos del rey Alfonso VI y sus esposas, Inés, Constanza, Berta e Isabel, a un nuevo mausoleo, obra del escultor leonés Amancio González. Se levanta acta notarial y asisten como testigos: Paulino González Terrón y Máximo Gómez Rascón, representando  al Obispado de León, María Anunciación Ríos y Pilar López, representando a la comunidad benedictina, Paula Conde Huerta (Alcaldesa), y Alejandro García Bermejo (concejal de Patrimonio), representando al Ayuntamiento

JUAN ELOY DÍAZ-JIMÉNEZ. (1) Historia del Real Monasterio de Sahagún, por los PP. Joseph Pérez y Romualdo Escalona (Madrid, MDCCLXXXII), lib. VIII, cap. III pág. 235.
(2) Asturias y León, por D. José María Quadrado. Edic. de 1885, página 574.
(3) Ob. cit., pág. 236
(4) Ob. cit., pág. 574.- Véase el tomo XLLX del BOLETIN, pág. 298.
(5) Memoria de las Reynas Catholicas. T. I, pág. 163 (3ª edición).
(6) Historia del Monasterio de Sahagún, escrita por un monje anónimo e incluida por Escalona en el Apéndice primero de su obra. Vid. cap. IV, página 299.
(7) Asturias y León, por D. José Mª Cuadrado, pág. 576. Obra reproducida en la España: sus monumentos y artes; su naturaleza e historia. Barcelona, 1885.
(8) "Ipse vero gloriosus Rex vixit LXXIX. annis." Flórez, Esp.Sagr., tomo XIV, pág. 490.
(9) "Rey crecido, recio, fuerte el su corazón." Rodrigo Toled., libro VI, cap. XXXV.
(10) Dozy, Historia de los musulmanes españoles, traducción de D.F. de Castro, tomo IV, pág. 249. Madrid, 1877.- Conde, Historia de la dominación de los árabes en España, tomo II, pág. 288, en la nota "Dice Muhamad Abdelaziz, que era de la casa de Aben Abed, que un negro esclavo del rey Jucef, hirió con su gambea al rey Alfonso, en un muslo, y que el mismo rey decía: me ha herido con una hoz".
(11) Crónica general de España, tomo II, pág. 311. Madrid, MDCCXCII.
(12) Códice de Azagra, en la iglesia de Toledo. Flórez, Memorias de las Reynas Católicas, tomo I, pág. 507. Madrid, MDCCXC.
(13) Relación del viaje, etc. etc., en la Crónica General, tomo X, página 49. Madrid, MDCCXCII.
(14) Historia del Real Monasterio de Sahagún, pág. 235. Madrid, MDCCLXXXII.
(15) Ms. cit. del P. Echano.
(16) Asturias y León, pág. 574. Barcelona, 1885.
(17) Véase la planta dicha.
(18) Morales, op. cit., pág. 50: "Al lado de la Epístola arrimada a la pared está una tumba alta de piedra con bulto, y el de la reina Dª Constanza, mujer de este Rey: y al otro lado en el suelo, cabe la tumba del Rey, está una piedra lisa donde dicen están enterradas otras dos de sus cinco mujeres." Escalona, completando a Morales, nos dice quiénes eran éstas:"Dentro de la misma capilla mayor a los dos lados están los sepulcros de las Reynas Dª Inés. Dª Constanza y Dª Alberta, mujeres del mismo Rey D. Alfonso."
(19) Véase Escalona, op. cit., pág. 236. En el epitafio ya citado de esta reina, en el códice de Azagra se lee: "Sex liberos genui, mox quatuor hic sepelivi."
(20) Sandoval, Cinco Reyes, fol. 343. Madrid, 1792: "... y que está sepultada en el Monasterio Real de Sahagún, y dicen que mandó labrar una larga capilla, que está entre el Templo mayor y la Sacristía, y allí a los pies casi debajo de una escalera, su sepultura, y en la piedra tallados los doce apóstoles con Christo y libros en las manos y un letrero con letras lombardas: Pridie Kal. Octobris obiit Gelvira Infantisa filia Regis Adefonsi qui cepit Toletum; que crucem auream dedit et Capellam Sanctac Mariae fabricavit: el multa bona fecit; cuius anima requiescat in pace. Amen." La situación del sepulcro de que habla Sandoval, conforma con el que nosotros señalamos en la planta adjunta.
(21) Yepes, tomo V, folios 129 y siguientes.
(22) Inscripción de Sahagún: " Una luce prius Sptembris quam foret Idus, Saucia transivit Feria II, hora tertia Zayda Regina dolens peperit." Inscripción de León: " Regina Elisabeth, uxor Regis Adefonsi filia Benabet Regis Siviliae, quae prius Zayda fuit vocata."
(23) Primer anónimo, cap. VII. Escalona, op. cit. Apénd. I, pág. 300.
(24) Escritura CXXXIII. Escalona, Apénd. III, Págs. 499 y 500. El anónimo citado dice al mismo propósito: "En el año siguiente venido, la Reyna Berta...murió e acerca de la Reyna Dª Constanza la fizo enterrar." Apéndice cit., cap. VIII.
(25) Este curioso dato se le debemos al eminente y docto individuo de esa Real Academia, el P. D. Fidel Fita y Colomer, en carta que nos dirigió el día 3 de Enero de 1896, con motivo de haberle remitido copia de una inscripción encontrada entre las escasas ruinas del Monasterio, y que desde entonces figura en la rica sección epigráfica del Museo Arqueológico de San Marcos. Véase el tomo XXVIII del BOLETIN, págs. 94-96.
(26) Ms. cit.
(27) La traducción de los epitafios, copiados en la página anterior, es la siguiente:
1. Yacen debajo de esta losa los restos de la reina Zaida, mujer del rey Alfonso VI; y los hijos del mismo rey y de la reina Constancia.
2. Sancho, hijo del rey Don Alfonso VI. Por mandato de su padre, vino traído acá desde la villa de Uclés, donde peleando contra los Moros murió infaustamente, año 1108.
3. Aquí descansa la reina Constanza, mujer de Fernando IV. Falleció en 23 de Noviembre de 1313.
4. Inés, mujer del rey Alfonso.
5. Berta, mujer del rey Alfonso. 

 
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